Dios crea el mundo con una finalidad, tiene un
proyecto de salvación para el género humano.
Esta salvación proyectada y revelada por Dios Padre es
un misterio: primero fue anunciada y preparada por los profetas, luego llega a
plenitud y se cumple en Cristo, para posteriormente darse a conocer por la
predicación de los apóstoles a través de la Iglesia, gracias a la acción del
Espíritu Santo.
Dios al encarnarse se une a la historia humana, y así,
la salvación se realiza en el tiempo.
Ahora estamos en la tercera y definitiva etapa de la
historia de la salvación, en el tiempo de la Iglesia o del Espíritu Santo donde
Cristo manifiesta, hace presente y comunica su salvación. Esto lo hace el
Espíritu Santo que actúa en la acción de la Iglesia y nos introduce en la
historia de la salvación.
La liturgia hace presente los acontecimientos que nos
salvaron. En cada celebración por la efusión del Espíritu, la muerte y
resurrección de Jesucristo que ocurrió de una vez para siempre, se actualiza y
se hace presente, se hace memorial.
La liturgia, con lo que le precede (la conversión y la
fe) y con lo que le sigue (la vida moral) es el modo actual de entrar en la
corriente histórica de la salvación.
El centro de esta economía de salvación está ocupado
por el misterio pascual de Jesucristo, que es lo que la iglesia anuncia y
actualiza en la liturgia.
Igual que Cristo fue enviado por el Padre, él mismo
envió a los apóstoles para que realizaran la obra de salvación mediante los sacramentos,
mediaciones por las que actúa y se hace presente Cristo resucitado.
El Cristo que realiza la salvación está presente y
actuando en la liturgia, confiere a esta una eficacia salvadora. La Iglesia
anuncia y realiza la salvación, hace lo mismo que hizo Jesucristo.
Cristo nos redime con su misterio pascual, instituye
el memorial de su muerte y resurrección y se lo entrega a la Iglesia, y en ella, el
Espíritu Santo nos descubre el significado salvífico de este misterio, lo hace
presente, y nos introduce en él a través de la liturgia.
Los sacramentos, con la Eucaristía como sacramento
central, son la acción por medio de la cual la Iglesia hace presente a
Jesucristo con todo su poder, en la vida de los creyentes.
La resurrección de Cristo es la fuente de toda
sacramentalidad. La humanidad glorificada de Cristo se hace presente en cada
sacramento.
La sacramentalidad de la Iglesia se expresa sobre todo
en la Eucaristía.
La Eucaristía es la cumbre de la vida cristiana, por
lo que todas las demás acciones sagradas y obras de la vida cristiana, se
relacionan con ella, proceden de ella y a ella se ordenan.
En resumen, la liturgia es la presencia de la
salvación en la historia, ya que a través de los sacramentos nos inserta en el
misterio pascual de Cristo, que es lo que nos redime y nos salva. El hombre
acoge la salvación por medio de los sacramentos.
Esta vida de gracia recibida por medio de la iglesia a
través de los sacramentos nos lleva a cumplir una moral, para vivir como
cristianos.
La moral cristiana nos llevará a la caridad, que es la
virtud moral más importante, de forma que con la caridad, cumpliendo el amor,
nos presentaremos ante Dios.
Para
reflexionar:
¿Nos damos cuenta de la importancia de la Eucaristía
para nuestra vida cristiana? Si en los sacramentos actúa Jesucristo y a través
de ellos nos metemos en la historia de la salvación ¿cómo participamos de los
sacramentos?