Tras la reunión que tuvieron los obispos
latinoamericanos en Aparecida (Brasil) en el año 2007, el entonces cardenal
Bergoglio nos dice sobre cáritas que no es una ONG, sino que es una de las 3
dimensiones de la Iglesia.
La caridad tiene identidad eclesial propia, forma
parte de su esencia junto con la Palabra y la Liturgia.
Como la mayor pobreza que se puede tener es no
reconocer a Dios y el amor que nos tiene. Nosotros, con nuestro testimonio de
la caridad presentamos el misterio de Dios y de su amor en la vida de cada
hombre (evangelización de los pobres).
Por eso la Iglesia tiene una opción preferencial por
los pobres, y esto nos debe llevar a contemplar los rostros de los pobres, pues
ahí vemos a Jesucristo.
Con este rostro que contemplamos nos comprometemos, y
ahí entra nuestro desgaste personal.
Nos dice que la dignidad humana es el valor supremo de
todo hombre, y nos debe llevar a la angustia por aquellos que no pueden vivir o
alcanzar esta dignidad porque han sido despojados de ella por los ídolos del
poder, la riqueza, el placer efímero…
Por eso nuestro trabajo desde cáritas (sin descartar
la labor asistencial) debe ser la promoción humana y la liberación de todo hombre.
Todo esto nos va a llevar a cambiar nuestra vida. El
que entra en esta dinámica de cáritas, con esa opción preferencial por los
pobres, tiene que renunciar a sus espacios personales de privacidad y disfrute.
Cuando vemos la pobreza y exclamamos ¡qué barbaridad!,
esa pobreza ¿cómo entra en tu vida? ¿cómo te molesta la vida? ¿te lleva a un
cambio en tu estilo de vida?
Si no hay cambio en tu vida, es que no tienes opción
preferencial por los pobres, ni contemplatividad, ni compromiso, ni trabajo de
liberación y promoción.
La Iglesia nos pide gestos concretos: hacernos
compañeros de los hermanos pobres, compartir el tiempo con ellos, tener con
ellos cercanía y solidaridad.
No se puede decir que se pertenece a cáritas si no se
toca “la carne” del hermano herido.
Solo la cercanía que nos hace amigos de los pobres nos
permite apreciar sus valores, sus anhelos y su modo de vivir la fe.
Debemos incluir a los pobres en nuestra comunidad, procurando
que colaboren con nosotros en lo que sepan o puedan hacer.
Así llegamos a una actitud permanente de encuentro,
hermandad, servicio. Es la solidaridad del servicio de cáritas, que nos lleva a
cambiar nuestros hábitos de vida, y ya no nos podemos permitir ciertos lujos
que antes de la conversión teníamos. Ahora vamos a ser amigos de los pobres,
modestos, austeros…
Se produce en nuestro interior una conversión que nos
cambia la vida, que nos da cercanía y solidaridad con el hermano pobre y no nos
avergonzamos de él.
El buscar a Cristo en el rostro del pobre nos lleva a
contemplar el rostro del Señor, pero para llegar aquí hace falta mucha oración.
Quien trabaja en cáritas suscita esperanza entre los
pobres, pues si no somos capaces de ello, tampoco la tendremos nosotros.
Debemos también prestar atención a aquellos que son capaces
de cambiar estructuras y no conocen la justicia social de la Iglesia, suscitar
esperanza en ellos.
El hacernos amigos de los pobres y acompañarlos hace
que se involucren en nuestras vidas y nosotros en la de ellos, nos damos
esperanza mutuamente, y también se la damos a aquellos responsables de las
estructuras.
Reflexión:
Como cristianos ¿participamos de la opción
preferencial por los pobres? ¿Nos consideramos parte del brazo amoroso de la
Iglesia que acoge, dignifica y promociona a todo hombre? ¿Esto nos lleva a cambiar
de vida? ¿Hasta donde; a qué hemos renunciado?