miércoles, 11 de febrero de 2015

LA PERSONA Y SU VERDAD



La teología moral busca a través de la razón y de la fe los valores, principios y convicciones que considera como ideal de vida para que nos oriente en nuestra toma de decisiones.
Para hacer una valoración sobre cual debe ser el actuar humano, la teología moral se basa en lo que es la persona: en su verdad.
La verdad del ser humano es aquella que posibilita que el hombre llegue a ser lo que está llamado a ser. Según el concepto que tengamos de la verdad de la persona entenderemos cual debe ser su comportamiento y cuales las normas que lo deben regular.
Y, ¿Cuál es nuestra verdad? ¿A qué estamos llamados a ser? Desde la antropología teológica descubrimos las distintas llamadas del ser humano, pues nos revela en primer lugar que la relación que existe entre Dios y el hombre es de amor y paternidad. Por tanto, Dios nos ha llamado para que experimentemos su amor y seamos sus hijos.
En segundo lugar y para que esto suceda, Dios nos ha llamado primero a la existencia.
En tercer lugar, hemos sido creados libres para que podamos responder a la llamada de Dios a su amor y paternidad, pero fruto de esa libertad el hombre ha dicho “no” a la llamada de Dios, ha roto su relación con Dios. El hombre ante el proyecto de salvación de Dios le ha respondido con el pecado.
Al negar a Dios rompemos toda nuestra ordenación como personas, por eso, para volver a estar unidos a Dios necesitamos a Jesucristo, que es el modelo o ideal humano: nuestra meta es parecernos a él.
Ante nuestra toma de decisiones equivocadas, Cristo nos ofrece el camino para que podamos responder a lo que es nuestra vocación, a lo que es nuestra verdad como personas.
Jesucristo es la respuesta a todos los interrogantes, es el objetivo, la meta y origen de todo. Por eso nuestra moral consiste en seguir a Cristo, que no es un aprendizaje teórico, es la adhesión personal a él.
Esta adhesión a Cristo es la que nos permitirá vivir la moral más elevada que se nos ofrece: la de las bienaventuranzas. Pues el vivir las bienaventuranzas no es un esfuerzo humano para acercarnos a Dios, sino lo contrario, es dejar que Dios se acerque a nosotros para poder experimentar la presencia de un Dios Padre todopoderoso y providente en quien confiamos, y así, unidos a Jesús, podremos como él, hacernos pobres, misericordiosos, limpios...
Para reflexionar:
¿Cuál es mi verdadera vocación? ¿Cómo puedo vivirla?