Jn 13, 1-5: “Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo
Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado
a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando…
y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de
Dios y a Dios volvía...". Juan está haciendo una introducción solemne para decirnos algo muy importante que va a suceder: "... se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una
toalla se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies
a los discípulos, secándolos con la toalla que se había ceñido”.
Así comienza el relato de Juan sobre la última cena, en el que no relata, como
los otros evangelistas, la institución de la Eucaristía. Se centra en el lavatorio
de pies.
¿Tan importante es este pasaje? ¿Qué nos quiere decir
San Juan con esa actitud de Jesús?
Es más, cuando Pedro le dice a Jesús: Señor, ¿lavarme
los pies tú a mi? No me lavarás los pies jamás. Jesús le replica: “Si no te
lavo, no tienes parte conmigo” (Jn 13,8b). Parece que Jesús se toma muy en
serio esta acción, que si no se acepta, rompemos la relación con Cristo.
¿Nos quiere decir Jesús en este texto que debemos ser
humildes y estar al servicio unos de otros?: por supuesto que sí. Pero, ¿hay
algo más?: Sí.
Veamos lo que ocurre a continuación. Jn 13,13:
“Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy”. Jesús
afirma que es el Señor, el único Dios, y añade “Pues si yo, el Maestro y el
Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a
otros. Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros
también lo hagáis” (Jn 13, 14-15).
Con esto, lo que Jesús está diciéndonos es que nuestra
misión de discípulos la debemos realizar desde la ejemplaridad.
No podemos evangelizar desde la imposición, sino desde
una ejemplaridad que pueda convencer a los demás de que los cristianos actuamos
con humildad estando al servicio de los demás, que estamos dispuestos a
colocarnos en el lugar del esclavo por amor (lavar los pies era la obligación
de los esclavos en tiempos de Jesús).
Esta es la ética de Cristo, la del seguimiento a una
persona que atrae, que es ejemplo y que da sentido a nuestra vida.
Seremos discípulos de Jesús si nos sentimos atraídos y
seducidos por él, seguimos su ejemplo, y actuamos y vivimos desde él, con él y
como él.
Para
reflexionar:
¿Estamos dispuestos a vivir desde la ejemplaridad que
implica convertirnos en escalvos de los demás?