En el mundo observamos que existe el mal y el
sufrimiento ¿Por qué? Si Dios lo ha creado todo bueno ¿de donde surge el mal?
No hay respuestas contundentes y definitivas frente al mal.
Dios quiere para nosotros un bien que es la libertad,
aunque eso pueda ser causa de males.
Hacemos el mal porque somos tentados a hacer, tener o
decir algo que no deberíamos. Es el deseo por cosas incorrectas que Dios no
quiere porque dañan nuestro espíritu, nuestra mente y nuestro cuerpo.
Inicialmente, la
tentación no era un deseo interno normal que formara parte de la naturaleza
humana. La primera pareja fue tentada desde fuera, en contraposición a
nosotros, que somos tentados desde dentro.
¿De dónde viene esa
tentación, ese deseo por esas cosas dañinas?: La tentación no viene de Dios, se
origina en la mente del hombre que le provoca esos deseos. Sant 1,13-14:
“Cuando alguien se vea tentado, que no diga: «Es Dios quien me tienta»; pues
Dios no es tentado por el mal y él no tienta a nadie. A cada uno lo tienta su propio deseo cuando lo
arrastra y lo seduce; después el deseo concibe y da a luz al pecado, y entonces
el pecado, cuando madura, engendra muerte”.
Dios nos da solo lo
bueno y perfecto, por tanto, la tentación es contraria a la naturaleza de Dios.
Sant 1,17: “Todo buen regalo y todo don perfecto viene de arriba, procede del
Padre de las luces”.
El que la tentación se
origine desde el interior del hombre también lo corrobora Jesús. Mc 7, 20-22: “Lo
que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro,
del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones,
robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno,
envidia, difamación, orgullo, frivolidad”.
Sobre la tentación San
Pablo nos aclara algunas cosas. Por un lado Pablo nos dice que en él no mora el
bien, pues quiere hacer el bien y no pude hacerlo. Hay una ley en nosotros que
se rebela contra la mente de Cristo que también tenemos. Rom 7, 18: “Pues sé
que lo bueno no habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer está a
mi alcance, pero hacer lo bueno, no”.
Además nos habla de
que hay dos personalidades o inclinaciones en el ser humano y ambas provienen
de su mente. Es ahí donde se pelea la batalla de decidir qué hacer, hacia donde
inclinar la balanza cuando nos vienen esas tentaciones. Gál 5, 17: “Pues la
carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne; efectivamente,
hay entre ellos un antagonismo tal que no hacéis lo que quisierais”.
En nuestro interior
hay dos voces; la voz de Dios y la voz de la carne (el mal) que nos dicen que
hagamos o dejemos de hacer ciertas cosas.
No es una batalla
fácil porque la tentación se nos presenta a veces en forma muy sutil y a veces
ni nos damos cuenta de que estamos siendo tentados.
La respuesta de Jesús al
ser tentado se basa en la Palabra escrita. Una persona que tiene presente la Palabra
y medita en ella, tiene una garantía casi segura de que vencerá en toda tentación.
La tentación misma es prueba de que poseemos el
armamento necesario para sobrellevarla. 1Cor 10, 13: “No os ha sobrevenido
ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y él no permitirá
que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación
hará que encontréis también el modo de poder soportarla”.
Todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria
de Dios. Para pecar no tenemos que ir en busca del pecado, porque está en
nuestra naturaleza; lo traemos desde el momento en que nacimos. Pero hay una
buena noticia; Cristo Jesús pagó el precio de nuestros pecados y podemos ser
libres de esa condenación si le aceptamos como nuestro Salvador. Rom 3:23 “ya
que todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención realizada en Cristo Jesús”.
Para reflexionar:
¿Qué podemos hacer cuando vemos sufrimiento y dolor a nuestro alrededor?
¿En qué o en quién confiamos para superar la tentación y evitar hacer el mal?