“Hablad y actuad como quienes van a ser juzgados por una ley de
libertad, pues el juicio será sin misericordia para quien no practicó la
misericordia; la misericordia triunfa sobre el juicio” (Sant 2, 12-13).
El que la misericordia triunfa (se
ríe) del juicio no indica que gracias a la misericordia de Dios no va a haber
juicio o que si lo hay todo el mundo va a ser absuelto en él y nadie va a ser
condenado en ese juicio haga lo que haga.
El texto en que está escrita esta
frase pone de manifiesto la necesidad de las buenas obras para la salvación: “el hombre es justificado por las obras y
no solo por la fe” (Sant 2,24).
El juicio se va a hacer sobre las
obras, y las buenas obras serán determinantes en ese juicio.
La misericordia nos la da Dios, y cuando la experimentamos, nos lleva al arrepentimiento de lo malo que hemos hecho y nos ayuda a cambiar de vida.
Esa misericordia que recibimos de Dios, nos justifica, de forma que aunque un juicio justo nos condenara, la
misericordia triunfa sobre ese juicio, porque hemos sido hechos justos.
El cristiano debe pensar, juzgar,
hablar y obrar movido por el amor a Dios y al prójimo. Y Dios corresponderá
generosamente a ese amor, aunque no hayamos cumplido siempre lo que Dios nos
pide, porque la misericordia prevalece sobre el juicio.
En el día del juicio, Dios nos
juzgará de acuerdo con la ley del amor, por eso debemos tener mucho cuidado en
todo lo que hacemos y decimos. Porque Dios no tendrá compasión de quienes no se
compadecieron de otros.
Pero los que tuvieron compasión
de otros, saldrán bien del juicio, porque la misericordia triunfa, sale
victoriosa, se ríe, es superior, al juicio.
Para reflexionar:
¿Qué concepto de misericordia
divina tenemos? ¿El arrepentimiento y la conversión son necesarios para
alcanzar misericordia o es la misericordia la que nos lleva a arrepentirnos y
convertirnos?