jueves, 11 de abril de 2013

GLORIA DE DIOS



Estamos llamados a una glorificación de Dios, hemos sido creados para alabanza de su gloria.
¿Qué es la gloria de Dios?: su bondad, amor y verdad. La gloria intrínseca de Dios es la que brota de su propia vida íntima, y es que Dios es amor, es verdad, es la suma bondad.
¿Quién da gloria al Padre?: el Hijo. Solo el Hijo ama y da gloria al Padre.
Pero nosotros hemos sido llamados por Dios para que participemos de la Vida de la Trinidad, para ser alabanza de su gloria, es decir, para que manifestemos en nosotros su amor, su bondad y su verdad. La gloria de Dios es que el hombre viva con la vida verdadera, con Dios.
Se trata de que yo sea bueno como él es bueno, que yo ame como él ama… y esto solo lo puedo hacer participando de su vida.
Nos trasformamos en la misma imagen de Cristo a medida que obra en nosotros el Espíritu del Señor, y esto es transformarnos en gloria, es participar en su propio amor y bondad.
A medida que Cristo va conquistando nuestras facultades por la fe y la caridad, y nuestra vida toma el estilo de su evangelio, vamos haciendo nuestra su gloria, nos transformarnos en gloria, en la misma imagen. Esto se hace cuando actúa el Espíritu del Señor que es el amor de Dios.
Dios nos hace participar de su amor y bondad. La gloria de Dios es que seamos sus hijos, que participemos de su vida, que manifestemos y comuniquemos su bondad y su amor.
Hacer de nosotros hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de su gloria.
Como el amor de Dios tiende a expandirse, la criatura hecha a imagen de Jesucristo, si vive en la verdad de su ser dado por Dios, manifiesta la bondad de Dios.
Yo doy gloria al Padre transformándome en el Hijo y amando como él.
La finalidad de la vida cristiana no es mi perfección, el fin absoluto es la gloria de Dios, que Dios sea glorificado en mí, y su gloria es que participe de su felicidad.
Para alcanzar esta gloria, el fin secundario o relativo es nuestra santificación. Que se manifieste en mí la bondad de Dios.
Dar gloria a Dios es parecerme cada vez más a Dios, unirme cada vez más a Jesús, para que se manifieste en mí el amor y la bondad de Dios.
Para reflexionar:
¿Manifestamos la gloria de Dios en nuestra vida? ¿Podemos ser perfectos como nuestro Padre?

domingo, 7 de abril de 2013

VOCACIÓN DEL HOMBRE



¿Qué hacemos en este mundo?  ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia? ¿Para qué y por qué vivimos?
La teología nos va a decir para qué y por qué nos ha traído Dios a este mundo. Se trata de ver que dice Dios sobre el sentido de nuestra vida.
La existencia de nuestra vida comienza en Dios. No hemos venido a la existencia fruto de la casualidad o del azar, hemos sido llamados.
Esta es nuestra verdad, que Dios nos ha dado la existencia libre y gratuitamente, no porque él nos necesite.
Pero, ¿por qué y para qué ha hecho Dios esto?: San Pablo nos dirá que nos ha dado Dios la vida para que fuéramos santos e irreprochables ante él por el amor.
Hemos sido llamados a la existencia en un acto de amor y solo en el amor encontraremos el sentido de nuestras vidas.
Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad, ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida bienaventurada… Para que participe de su vida.
Dios quiere que participemos de él mismo. Dios quiere que otros compartan su felicidad.
Yo he sido creado para ser participe de la vida de Dios mismo, para ser participe de una vida bienaventurada (vida feliz).
Y por eso, en todo tiempo y en todo lugar Dios está cerca del hombre. Le llama y le ayuda a buscarlo, a conocerle, a amarle…
La busca del hombre es el eco de la llamada de Dios a conocerle, a amarle (Dios me lanza su voz: “quiero que seas feliz”, y en mi corazón nace el deseo de la felicidad. Por eso el hombre es un buscador).
La Iglesia es la realización de la vocación de Dios a la humanidad.
Dios convoca a todos los hombres que el pecado dispersó a la unidad de su familia, la Iglesia.
Tener parte de su vida bienaventurada, formar parte de la Trinidad, formar parte de la familia de Dios, se llama Iglesia.
La vocación de todo ser humano es formar parte de la Iglesia.
El ser humano es un ser llamado y libre, por eso al responder puede decir no.
Decir “no” es quedarnos sin vocación, nos quedamos sin sentido.
El deseo de Dios es nuestra vocación a la bienaventuranza.
Tengo que conocer primero a Dios para conocerme a mi mismo, y cuando empiezo a conocer el deseo de Dios voy comprendiendo el sentido de mi vida.
La vocación del hombre es la vida en el Espíritu Santo, una vida de amor.
Para reflexionar:
¿Hemos pensado para qué estamos en el mundo? ¿Dios nos ha creado para que participemos de su vida y el camino para ello es el amor? ¿La Iglesia es el medio para llegar a participar en la vida de Dios?