Estamos llamados a una glorificación de Dios, hemos
sido creados para alabanza de su gloria.
¿Qué es la gloria de Dios?: su bondad, amor y
verdad. La gloria intrínseca de Dios es la que brota de su propia vida íntima,
y es que Dios es amor, es verdad, es la suma bondad.
¿Quién da gloria al Padre?: el Hijo. Solo el Hijo
ama y da gloria al Padre.
Pero nosotros hemos sido llamados por Dios para que
participemos de la Vida de la Trinidad, para ser alabanza de su gloria, es
decir, para que manifestemos en nosotros su amor, su bondad y su verdad. La
gloria de Dios es que el hombre viva con la vida verdadera, con Dios.
Se trata de que yo sea bueno como él es bueno, que
yo ame como él ama… y esto solo lo puedo hacer participando de su vida.
Nos trasformamos en la misma imagen de Cristo a
medida que obra en nosotros el Espíritu del Señor, y esto es transformarnos en
gloria, es participar en su propio amor y bondad.
A medida que Cristo va conquistando nuestras
facultades por la fe y la caridad, y nuestra vida toma el estilo de su
evangelio, vamos haciendo nuestra su gloria, nos transformarnos en gloria, en
la misma imagen. Esto se hace cuando actúa el Espíritu del Señor que es el amor
de Dios.
Dios nos hace participar de su amor y bondad. La
gloria de Dios es que seamos sus hijos, que participemos de su vida, que
manifestemos y comuniquemos su bondad y su amor.
Hacer de nosotros hijos adoptivos por medio de
Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de su gloria.
Como el amor de Dios tiende a expandirse, la
criatura hecha a imagen de Jesucristo, si vive en la verdad de su ser dado por
Dios, manifiesta la bondad de Dios.
Yo doy gloria al Padre transformándome en el Hijo y
amando como él.
La finalidad de la vida cristiana no es mi perfección,
el fin absoluto es la gloria de Dios, que Dios sea glorificado en mí, y su
gloria es que participe de su felicidad.
Para alcanzar esta gloria, el fin secundario o
relativo es nuestra santificación. Que se manifieste en mí la bondad de Dios.
Dar gloria a Dios es parecerme cada vez más a Dios,
unirme cada vez más a Jesús, para que se manifieste en mí el amor y la bondad
de Dios.
Para reflexionar:
¿Manifestamos la gloria de Dios en nuestra vida? ¿Podemos
ser perfectos como nuestro Padre?