¿Qué
hacemos en este mundo? ¿Cuál es el
sentido de nuestra existencia? ¿Para qué y por qué vivimos?
La
teología nos va a decir para qué y por qué nos ha traído Dios a este mundo. Se
trata de ver que dice Dios sobre el sentido de nuestra vida.
La
existencia de nuestra vida comienza en Dios. No hemos venido a la existencia
fruto de la casualidad o del azar, hemos sido llamados.
Esta
es nuestra verdad, que Dios nos ha dado la existencia libre y gratuitamente, no
porque él nos necesite.
Pero,
¿por qué y para qué ha hecho Dios esto?: San Pablo nos dirá que nos ha dado
Dios la vida para que fuéramos santos e irreprochables ante él por el amor.
Hemos
sido llamados a la existencia en un acto de amor y solo en el amor encontraremos
el sentido de nuestras vidas.
Dios,
infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura
bondad, ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida
bienaventurada… Para que participe de su vida.
Dios
quiere que participemos de él mismo. Dios quiere que otros compartan su
felicidad.
Yo
he sido creado para ser participe de la vida de Dios mismo, para ser participe
de una vida bienaventurada (vida feliz).
Y
por eso, en todo tiempo y en todo lugar Dios está cerca del hombre. Le llama y
le ayuda a buscarlo, a conocerle, a amarle…
La
busca del hombre es el eco de la llamada de Dios a conocerle, a amarle (Dios me
lanza su voz: “quiero que seas feliz”, y en mi corazón nace el deseo de la
felicidad. Por eso el hombre es un buscador).
La
Iglesia es la realización de la vocación de Dios a la humanidad.
Dios
convoca a todos los hombres que el pecado dispersó a la unidad de su familia,
la Iglesia.
Tener
parte de su vida bienaventurada, formar parte de la Trinidad, formar parte de
la familia de Dios, se llama Iglesia.
La
vocación de todo ser humano es formar parte de la Iglesia.
El
ser humano es un ser llamado y libre, por eso al responder puede decir no.
Decir
“no” es quedarnos sin vocación, nos quedamos sin sentido.
El
deseo de Dios es nuestra vocación a la bienaventuranza.
Tengo
que conocer primero a Dios para conocerme a mi mismo, y cuando empiezo a
conocer el deseo de Dios voy comprendiendo el sentido de mi vida.
La
vocación del hombre es la vida en el Espíritu Santo, una vida de amor.
Para
reflexionar:
¿Hemos
pensado para qué estamos en el mundo? ¿Dios nos ha creado para que participemos
de su vida y el camino para ello es el amor? ¿La Iglesia es el medio para
llegar a participar en la vida de Dios?
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