El evangelio de Juan no tiene en su narración de la
última cena el relato de la institución de la Eucaristía existente en los
sinópticos y en Pablo, que “institucionalizan” la eucaristía en una misma y
única escena, uniendo las acciones y las palabras de Jesús.
En los sinópticos y Pablo las acciones de Jesús son: tomar pan, pronunciar la acción de gracias, partirlo, darlo a los discípulos; igualmente con el cáliz. Y las palabras son: tomad, comed y bebed, es mi cuerpo y mi sangre, hacedlo en memoria mía.
En cambio, el evangelio de Juan, en los capítulos 6 y 13, se construye el relato de la Eucaristía de forma diferente.En los sinópticos y Pablo las acciones de Jesús son: tomar pan, pronunciar la acción de gracias, partirlo, darlo a los discípulos; igualmente con el cáliz. Y las palabras son: tomad, comed y bebed, es mi cuerpo y mi sangre, hacedlo en memoria mía.
Juan separa las acciones de las palabras: un día para los hechos o acciones, y otro día para las palabras.
Los hechos "eucarísticos" son los integrados en el relato de la multiplicación de los panes y los peces: tomar los panes, decir la acción de gracias, repartirlo a la gente; igualmente con los peces.
Las palabras eucarísticas de Jesús aparecen luego en
el sermón-discurso de Cafarnaún: el pan que daré es mi carne, comer mi carne,
beber mi sangre, tener vida eterna.
Juan nos presenta a Jesús como pan de vida, y
estructura el capítulo 6 de forma que la multiplicación de los panes y peces
nos prepara para las ideas que se
desarrollarán más adelante.
Jesús da de comer a la multitud: subió al monte y se sentó
allí con sus discípulos, y al ver el numeroso gentío que acudía a él, hizo que
se sentaran, tomo unos panes y unos peces, dio las gracias y los repartió entre
todos.
Este relato es el mejor
ejemplo del empeño de Jesús por educar a la gente a repartir lo que posee. Cuando se comparte, alcanza y
sobra. Cuando se comparte, Dios multiplica.
El hecho de Jesús de tomar los panes, dar gracias y repartirlos,
nos refiere al gesto de Jesús durante la Cena: tomó el pan en sus manos…
proclamó la acción de gracias… lo partió y lo dio a sus discípulos.
Y
también cuando Jesús dice: mi carne es verdadera comida y mi sangre es
verdadera bebida y el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo
en él; se ve un claro referente a los relatos de la institución: Este es mi
cuerpo que se entrega por vosotros; esta es mi sangre que se derrama por
vosotros.
Este es uno de los discursos más importantes de Jesús,
y lo pronuncia después del signo de la multiplicación de los panes. Y como ha
sido capaz de dar de comer a todos, puede decir ahora que el pan que yo daré es mi
carne, y lo daré para la vida del mundo, y el que coma de este pan vivirá para
siempre. El que cree tiene vida eterna.
Los israelitas, que recibieron el maná, se alimentaron
pero murieron; los seguidores de Jesús, los que crean en El, se alimentarán de
su carne y vivirán para siempre.
En el evangelio de Juan los milagros de Jesús tienen
un significado más profundo que el hecho en concreto.
En esta catequesis sobre el pan de vida Jesús intenta
explicar a sus oyentes el significado profundo de lo que ha hecho, e invitarlos
a creer en Él, único y verdadero pan para la vida.
Juan
quiere establecer la identidad existente entre el pan eucarístico y la carne de
Cristo en su estado de Víctima inmolada por el mundo.
Al final del discurso se plantea la opción de creer y
continuar con Jesús o mantenerse cada uno en sus ideas, muchos discípulos dejan
a Jesús.
Jesús interroga a los que quedan. Los Doce aparecen
como modelo de seguimiento. La respuesta de Pedro nos acerca a la actitud que
debe caracterizar al discípulo: “Señor ¿a quién vamos a seguir? Solo tú tienes
palabras de vida eterna”.
Aquí concluye el capítulo 6 que nos lleva al 13, en
que Juan narra la última cena. Se pusieron a cenar y después Jesús se levanta
de la mesa, se quita el manto, toma una toalla y se la ciñe… tiene lugar el
lavatorio de pies, donde Jesús nos da la gran lección de comportamiento,
consecuencia de todo lo que acaba de decir: el servicio.
Servir significa acoger a la persona que viene a
nosotros, acercarse hacia el que tiene necesidad y tenderle la mano, actuar con
ternura y comprensión, trabajar al lado de los más necesitados, estableciendo
con ellos vínculos de solidaridad.
Jesús nos enseña que amar es donarse efectivamente. Lavarnos
los pies equivale a vivir en el amor, sirviendo uno al otro con total
desinterés.
Para reflexionar:
Los que seguían a Jesús, pese a ver el milagro, al
oírlo decían que era inadmisible ¿qué decimos nosotros? ¿Como muchos de ellos o
como Pedro?
¿Somos conscientes que si creemos, ya tenemos la vida
eterna?
¿La Eucaristía nos lleva a servir a los demás?
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