jueves, 8 de octubre de 2015

EL PERDÓN Y EL AMOR

Para ser perdonados tenemos que amar. El perdón provoca amor y el amor perdona. Así se nos indica en Lc 7, 36-50, cuando Jesús acepta la invitación a comer en casa de un fariseo. De pronto aparece una prostituta de la ciudad, que al enterarse de que Jesús estaba allí, se dirige hacia él. Lucas describe con detalle sus gestos: no dice nada, solo llora, y sus lágrimas riegan los pies de Jesús, y con su cabellera se los seca. Luego besa los pies y los unge con perfume.
Ante esta situación, el fariseo mira con desprecio a esa mujer: por lo que es y por lo que hace. La mirada de Jesús es diferente: ve amor agradecido en una mujer que se sabe pecadora. Quiere sentirse querida y perdonada por Dios.
Jesús que hasta ahora ha estado en silencio, reclama la atención de Simón, quiere que descubra una nueva forma de ver las cosas. Para ello le cuenta una pequeña parábola: hay un prestamista y dos deudores. De forma sorprendente el acreedor perdona la deuda de los dos. Uno le debe 500 denarios (cantidad casi imposible de pagar) y el otro 50 (suma que es posible conseguir).
Jesús termina la narración preguntando “¿cuál de ellos le mostrará más amor?” Simón responde con lógica: “supongo que aquel a quien le perdono más”.
Todo queda iluminado por la parábola: si la mujer da tales muestras de amor es porque siente que se le han perdonado sus muchos pecados.
La mujer se sabe pecadora y que el perdón que recibe de Dios es inmerecido, pero se siente querida por Dios, no por sus méritos, sino por la bondad de ese Dios del que habla Jesús. Por eso tiene amor y agradecimiento. Quedan perdonados sus muchos pecados porque muestra un gran amor.
En cambio, “al que poco se le perdona, ama poco”. Es lo que le sucede a Simón, que como cumple la ley, apenas tiene necesidad del perdón de Dios. Sus pecados son tan pocos que no se siente pecador ni necesitado de perdón; por eso el mensaje de Jesús sobre el perdón de Dios le deja indiferente. No se siente agradecido. A quien poco se le perdona es porque poco amor muestra.
El relato finaliza cuando Jesús se dirige a la mujer para confirmarle el perdón de Dios “han quedado perdonados tus pecados”, porque ha mostrado mucho amor. Aquella mujer despreciada ya disfruta del perdón de Dios. Ha cometido muchos pecados, pero de entre los allí presentes nadie tiene más amor a Dios que ella.
Jesús se dirige a la mujer para que sepa que ha sido su fe en el amor de Dios lo que le ha proporcionado el perdón gratuito y salvador: “tu fe te ha salvado, vete en paz”. Le invita a iniciar una nueva vida reconciliada con Dios y en paz.
Este relato nos invita, por un lado, a mirar a los demás como lo hace Jesús: sin juzgar ni condenar a nadie; y además, a reconocer que es Jesús quien nos ofrece el perdón de Dios. Todos recibimos el perdón inmerecido de Dios y se lo debemos agradecer.
Si le debemos mucho a Dios (sabemos que somos pecadores y necesitamos su perdón), mucho será nuestro amor y agradecimiento hacia él cuando nos sintamos perdonados de esa deuda.
¿Quien mostrará más amor a Dios?: aquel a quien se le perdonó más. En cambio, a quien poco se le perdona (porque no se siente pecador), ama poco. Su amor y agradecimiento a Dios será escaso.
El amor provoca el perdón. Tú le perdonas los pecados porque ama.
El perdón provoca el amor. El amor es la causa y la consecuencia del perdón.
Si quieres que se te perdone mucho: ama mucho. Si amo, se me perdona.
Le quedan perdonados sus muchos pecados porque ha mostrado mucho amor.
Para reflexionar:
¿Soy consciente del perdón inmerecido de Dios? ¿Me deja indiferente o me provoca agradecimiento y amor?

¿Me siento con derecho a juzgar a los demás? ¿A qué personas he de aprender a mirar de forma más compasiva y acogedora?

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