domingo, 11 de junio de 2017

MISIÓN

La Encíclica Redemptoris Missio de S. Juan Pablo II comienza así: “La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse”.
Y esta es nuestra misión: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28, 19-20).
Debemos dar a conocer a Cristo y su evangelio. Esto lo debemos hacer todos  los bautizados que formamos la Iglesia, pues ella es misionera por su propia naturaleza. Pero solo quien se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús, será discípulo misionero.
La primera e insustituible forma de llevar adelante esta misión es mediante el testimonio de vida cristiana, es decir, viviendo, haciendo y diciendo lo que Jesús vivió, hizo y dijo.
Además, la evangelización también debe proclamar que en Jesucristo, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios.
Pero esta tarea que nos ha sido encomendada está aún en sus comienzos, porque nos falta la alegría que procede de haber hecho experiencia del gran amor que Dios nos tiene, y porque nos falta la esperanza de que esa misión la podemos realizar.
Lo importante es tener la confianza que brota de la fe que nos dice que no somos nosotros los protagonistas de la misión, sino Jesucristo y su Espíritu. Nosotros únicamente somos colaboradores.
Jesús nos da la certeza de que no iremos solos en la misión, sino que recibiremos la fuerza y los medios para desarrollarla, de forma que “ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba” (Mc 16, 20).
Debemos ser misioneros de la caridad: anunciar a todo hombre que es amado por Dios y que él mismo puede amar como Cristo nos amó.
La actividad misionera se fundamenta y se vive mediante la unión personal con Cristo, por eso la llamada a la misión deriva de la llamada a la santidad.
Jesús nos indica los caminos de la misión: pobreza, mansedumbre, aceptación de los sufrimientos y persecuciones, deseo de justicia y de paz, caridad; nos indica que para evangelizar debemos vivir las Bienaventuranzas.
La necesidad de que todos los fieles compartan la responsabilidad de la misión es un deber-derecho basado en la dignidad bautismal, por la cual los laicos deben trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres en todo el mundo. Todos debemos evangelizar y dejarnos evangelizar.
Para reflexionar:
¿Sentimos la llamada a evangelizar? ¿Qué nos falta para ser misioneros? ¿Estamos comprometidos en esta tarea o pensamos que es cosa de otros?