martes, 30 de octubre de 2018

¿QUÉ TIENEN LOS RETIROS DE EMAÚS?


Una cosa parece incuestionable: Cuando asistes a la misa final tras un retiro de Emaús, abierta a familiares y amigos, lo que llama la atención es la alegría. Tanto la de los que han participado en él, como la que tienen los que les han ayudado con su servicio.
Es una alegría indescriptible que te emociona. Es una alegría desbordante que hace casi irreconocible a esa persona que habías visto dos días antes. ¿Qué ha pasado ahí? ¿De dónde viene esa alegría?
Es una alegría sobrenatural que viene del encuentro con Jesús: “pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría” (Jn 16, 22).
Es la alegría que brota de la Palabra de Dios: “tus palabras me servían de gozo, eran la alegría de mi corazón” (Jer 15, 16). Es la alegría de sentirnos acogidos y perdonados por Dios: “por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo” (Sal 90, 14). Es la alegría que produce la presencia de Dios en tu vida: “gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría” (Sal 68, 4).
La Gracia de Dios, presente en el retiro; el Amor de Dios, presente en el retiro; la Misericordia de Dios, presente en retiro; el Espíritu de Dios, presente en el retiro; el mismo Jesucristo, presente en el retiro; en solo dos días hacen posible que los temores, pecados, errores y miseria, que todos arrastramos en nuestras vidas queden absorbidos por el amor de Dios, y al sentirte perdonado y amado, tu vida cambia y brota en el corazón esa alegría de saber que eres hijo querido de Dios y hermano de todos sus hijos. 
A pesar de que el mundo esté lleno de sufrimiento y mal, Dios nos ama, nos acoge y nos conduce a una tierra nueva en la que: “enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor” (Ap 21, 4) ¿Cabe más alegría?
Para reflexionar:
¿Estamos alegres? ¿De dónde procede nuestra alegría?

miércoles, 17 de octubre de 2018

¿A QUIÉN BUSCA DIOS?


Nadie en este mundo vive olvidado ni está solo. Dios nos acompaña, y si alguien se aparta de él, su mayor alegría es buscar y encontrar a quienes viven perdidos y no encuentran el camino acertado de la vida.
Todos los seres humanos somos criaturas de Dios y le pertenecemos. En la parábola de la oveja perdida (Cf Lc 15, 3-10), se nos dice lo que es capaz de hacer Dios por no perder algo suyo que aprecia de verdad.
Dios siente a los perdidos como algo suyo y querido, por eso los busca apasionadamente, y cuando los recupera, su alegría es incontenible.
El pastor de la parábola no duda en arriesgar la suerte de todo un rebaño y sale en busca de la oveja perdida, pues le pertenece, y no para hasta encontrarla. Y cuando la encuentra, carga con ella, la devuelve al rebaño, y muy contento reúne a amigos y vecinos para que se alegren con él.
Dios no solo busca al que está perdido sino que, cuando lo encuentra, lo celebra jubilosamente. Por eso en el cielo hay más alegría por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
La oveja no hace nada para volver al redil, el pecador no se va a esforzar para convertirse. Todo es iniciativa de Dios que irrumpe en la vida del pecador con su misericordia.
En esta parábola, más que hablar de la conversión del pecador, se nos indica que Dios está siempre buscándonos para manifestarnos su gran bondad. Dios es un activo buscador de algo suyo que ha perdido.
Dios no está enfadado, ni ofendido ante nuestro extravío, sino preocupado en buscarnos para sacarnos de nuestra vida equivocada. Sentirse pecador es la situación privilegiada para acercarse a Dios. Mis pecados no le hacen quererme menos.
Lo mejor que nos puede pasar en esta vida es dejarnos encontrar por Dios que sale en nuestra búsqueda cuando nos apartamos de su camino.
Dios no rechaza a los perdidos, los busca. Jesús los acoge y come con ellos.  Ante este comportamiento de Dios, nosotros no podemos despreciar, discriminar o condenar a nadie, sino que unidos a Jesús, debemos ayudarle a buscar a tanta gente perdida que existe cerca de nosotros para conducirla hacia su rebaño.
Para reflexionar:
Si me siento perdido ¿recuerdo que Dios me está buscando? ¿Anunciamos que Dios busca incansablemente a las personas perdidas?