Si Cristo es sacerdote, profeta y rey, cuando nos
bautizamos entramos a formar parte del pueblo de Dios como sacerdotes, profetas
y reyes. Por medio del bautismo participamos del sacerdocio común de los
fieles.
Cuando somos bautizados, ya nuestra vida se entiende
desde Cristo, no se vive por sí sino para Dios, se está al servicio de Dios
(que no se puede separar del servicio a los hombres), y ese ofrecimiento de la
propia existencia, es nuestro culto, es el ministerio sacerdotal de los
cristianos.
El sacerdocio no se realiza como una actividad u
ofrenda, sino con una entrega de la propia vida. El ministerio sacerdotal es
entregar la propia vida.
Gracias al sacrificio de Cristo, los cristianos
también pueden ofrecer un sacrificio de alabanza que va más allá del culto, es
tratar de hacer el bien y ayudarnos mutuamente, porque en tales sacrificios se
complace Dios.
El culto que el cristiano da a Dios es su propio
ofrecimiento como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.
El cristiano es sacerdote porque convierte su vida en
un sacrificio, su vida es una ofrenda a Dios.
El sacerdocio cristiano es el de los bautizados que se
identifican con Cristo sacerdotal, es la participación del único sacerdocio de
Cristo.
El Concilio Vaticano II habla de la Iglesia como
pueblo de Dios: pueblo de iguales estructurado ministerialmente.
Lo que nos hace iguales es la gracia del bautismo, que
nos incorpora a la familia de los hijos de Dios y la Iglesia.
La Iglesia está estructurada ministerialmente, pues lo
que es común a todos no contradice que existan ministerios al servicio de la
Iglesia.
El sacerdocio ministerial tiene su razón de ser en el
servicio al pueblo sacerdotal, y se realiza en el servicio de la palabra, de
los sacramentos y de dirección de la comunidad.
El sacerdocio común no existe sin la palabra que lo
convoca a la fe y sin la participación en los sacramentos de la fe.
Mi trabajo, mi vida, es un culto a Dios, pues si vivo
unido a Jesucristo que es sacerdote, todo lo que hago es mediación de
salvación, toda mi vida es sacerdotal.
Soy consagrado para Él, mi vida es para Él. Cristo
sacerdote y yo unido a Él soy sacerdote.
Para
reflexionar:
Soy consciente de que doy culto a Dios entregando mi
vida por los demás. ¿Me considero mediador en la salvación del mundo?
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