La perfección del
hombre, lo que da sentido a su vida se produce cuando llega a ser lo que está
llamado a ser. Esa es la verdad del hombre: ser aquello a lo que está llamado a
ser.
Y nosotros hemos sido
creados y llamados a participar de la vida de Dios, a vivir en su amor y
felicidad.
Para conseguir esto
debemos actuar. La libertad nos posibilita elegir la única opción que responde
a la finalidad del hombre.
La salvación se produce
cuando el hombre “es” lo que “está llamado a ser”. Somos salvados si vivimos
conforme a lo que hemos sido creados: vivir unidos a Dios.
Esta unión con Dios se produce con el bautismo,
que por la acción del Espíritu Santo quedamos “insertados” en Jesucristo.
Dios no cesa de buscarnos y atraernos hacia él
para que podamos vivir de forma auténtica la vida que nos ha sido dada, que es
junto a él, y eso ocurre ya ahora (aunque tras la muerte física y resurrección,
lo viviremos en plenitud).
Para conseguir esa vida auténtica o vida eterna
o vida verdadera o salvación, no necesitamos nada más que con la fe aceptar el
regalo de Dios que nos introduce (por el bautismo) en la “comunidad de los
salvados”, y ya estamos participando de su vida. Dios nos ha creado para eso.
Desde ahora, si creemos en Dios y nos dejamos
empapar por su amor, por su Espíritu, ya estamos salvados, ya estamos viviendo
la vida verdadera.
“Quien escucha mi palabra y cree al que me envió
posee la vida eterna y no será condenado, sino que ha pasado ya de la muerte a
la vida” (Jn 5,24).
En la primera parte de este
texto Jesús habla en presente, pues si reconocemos a Dios y a su enviado
Jesucristo ya poseemos la vida eterna, ya estamos en comunión con Dios, ya
estamos salvados; y en la segunda parte del texto habla en pasado: ha
experimentado ya la resurrección.
Este paso de la muerte a
la vida, de una vida sin sentido a la vida verdadera, es la salvación: ser lo
que hemos sido llamados a ser.
Nos salva la fe, pero la
auténtica fe es la que actúa por medio de las obras de amor, que son las que
posibilitan la respuesta del hombre para ser lo que está llamado a ser.
Las obras que se hacen
desde la fe son las que salvan, pues como nos dice San Pablo, aunque hablara
todas las lenguas, tuviera el don de la profecía o repartiera todos mis bienes…
si no tengo caridad (si no tengo el amor de Dios, si no lo hago todo por el
amor de Dios y con el amor de Dios, si no lo hago todo unido a Dios)… de nada
me serviría: no me salvo.
Dios está encantado de invitarnos a vivir con él
para que seamos felices. Nos ofrece la salvación gratuitamente, basta creer en
ello, confiar en él, tener fe.
Para
reflexionar:
¿Ya hemos resucitado, ya poseemos la vida eterna
o tenemos que esperar?
¿Cuál es nuestra auténtica vocación, para qué
estamos en este mundo?