Los judíos
sabían que para hacer la voluntad de Dios había que cumplir la Ley, por eso
Jesús no se opone a ella, pero la supera y nos descubre el aspecto positivo de
la Ley, lo que está más allá de la Ley.
Jesús es más exigente que la Ley, y la autoridad con
que la interpreta brota de su experiencia filial, conoce perfectamente la
voluntad del Padre.
Jesús respeta el Templo, pero su muerte y resurrección
marca el final del Templo.
Jesús es el nuevo Templo de Dios y el cumplimiento
perfecto de la Ley.
Ante las personas, Jesús tiene un corazón grande para
amar, ama a todos. Pero por exigencia del propio amor, ama más intensamente a
aquél que más lo necesita. Por eso su opción son los pobres, que son los que
más lo necesitan.
El amor de Jesús es personal y se adapta a cada
persona, por eso Jesús dialoga con todos los que buscan sinceramente la verdad,
pero con aquellos que buscan interpretar la verdad a su manera, no dialoga. Cuando
se encuentra de frente ante una interpretación ciega y malévola de la realidad,
no entra al diálogo o a la explicación.
Jesús es amigo de los pecadores, Jesús está con
nosotros precisamente por eso, porque no somos buenos, no al revés, no por
nuestros méritos.
Jesús participa en la mesa de los pecadores. Este gesto
de comensalidad es un signo de reintegración, es una imagen de lo que es el
reino de Dios: que aquello que está apartado se puede reintegrar.
Los pecadores y marginados son objeto de la
predilección de Jesús.
Frente al pecado Jesús perdona, esto es algo que nadie
puede hacer (solo Dios puede perdonar pecados), es una pretensión de Jesús para
que se le considere divino.
Jesús llama Abba (papá) a Dios Padre, esto expresa la
ternura del Hijo en relación al Padre, expresa la autoconciencia del Jesús
histórico al considerarse hijo del Padre.
La relación de Jesús con sus discípulos no es de
maestro a alumno, Jesús reclama una adhesión incondicional e invita a elegir el
reino de Dios con la aceptación o rechazo de su persona.
Pide a sus discípulos una entrega en exclusividad a su
persona, un seguimiento a su modelo de vida. La vocación o el seguimiento
llevan a una expropiación de la propia vida, yo ya no me pertenezco, pertenezco
a otro.
Para
reflexionar:
¿Es Jesús parcial en su amor? ¿Qué exige a sus
discípulos?
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