miércoles, 26 de noviembre de 2014

ACTITUDES DE JESÚS



Los  judíos sabían que para hacer la voluntad de Dios había que cumplir la Ley, por eso Jesús no se opone a ella, pero la supera y nos descubre el aspecto positivo de la Ley, lo que está más allá de la Ley.
Jesús es más exigente que la Ley, y la autoridad con que la interpreta brota de su experiencia filial, conoce perfectamente la voluntad del Padre.
Jesús respeta el Templo, pero su muerte y resurrección marca el final del Templo.
Jesús es el nuevo Templo de Dios y el cumplimiento perfecto de la Ley.
Ante las personas, Jesús tiene un corazón grande para amar, ama a todos. Pero por exigencia del propio amor, ama más intensamente a aquél que más lo necesita. Por eso su opción son los pobres, que son los que más lo necesitan.
El amor de Jesús es personal y se adapta a cada persona, por eso Jesús dialoga con todos los que buscan sinceramente la verdad, pero con aquellos que buscan interpretar la verdad a su manera, no dialoga. Cuando se encuentra de frente ante una interpretación ciega y malévola de la realidad, no entra al diálogo o a la explicación.
Jesús es amigo de los pecadores, Jesús está con nosotros precisamente por eso, porque no somos buenos, no al revés, no por nuestros méritos.
Jesús participa en la mesa de los pecadores. Este gesto de comensalidad es un signo de reintegración, es una imagen de lo que es el reino de Dios: que aquello que está apartado se puede reintegrar.
Los pecadores y marginados son objeto de la predilección de Jesús.
Frente al pecado Jesús perdona, esto es algo que nadie puede hacer (solo Dios puede perdonar pecados), es una pretensión de Jesús para que se le considere divino.
Jesús llama Abba (papá) a Dios Padre, esto expresa la ternura del Hijo en relación al Padre, expresa la autoconciencia del Jesús histórico al considerarse hijo del Padre.
La relación de Jesús con sus discípulos no es de maestro a alumno, Jesús reclama una adhesión incondicional e invita a elegir el reino de Dios con la aceptación o rechazo de su persona.
Pide a sus discípulos una entrega en exclusividad a su persona, un seguimiento a su modelo de vida. La vocación o el seguimiento llevan a una expropiación de la propia vida, yo ya no me pertenezco, pertenezco a otro.
Para reflexionar:
¿Es Jesús parcial en su amor? ¿Qué exige a sus discípulos?

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