domingo, 9 de noviembre de 2014

AMOR A LOS ENEMIGOS



Con la parábola del buen samaritano Jesús nos enseña que el amor que debemos tener a todas las personas tiene que demostrarse prácticamente.
Nosotros poseemos un amor natural que nos lleva a amar a aquellos con quienes estamos ligados por lazos de sangre y de amistad, pero de Dios nos viene un amor sobrenatural que ensancha nuestro corazón y nos permite amar a todos al considerarlos hermanos.
Cuando el amor sobrenatural se suma al natural podremos tener la capacidad de amar a nuestros enemigos, pues ya no veremos en el hombre que nos hiere su malicia ni su antipatía ni su enemistad, mas bien veremos las heridas que se ocasiona a sí mismo por sus dificultades con nosotros y consigo mismo.
Debemos cambiar los sentimientos negativos que podamos tener contra quien nos ha ofendido por un amor hacia él, y esto comienza por orar por quien nos ha ofendido.
Pretendemos con nuestra oración y actitud, por un lado, liberarnos de nuestro egoísmo, pues amando solo a los que nos aman nos estamos amando a nosotros mismos ya que estamos esperando de ellos correspondencia o algún beneficio; y por otro lado, que pueda amar él también.
Si verdaderamente amamos a nuestros enemigos, perdonaremos de corazón la ofensa aún antes de que el ofensor pida perdón.
La gracia de Dios que es la que nos posibilita amar de esta forma nos mueve no solo a perdonar sino a echar una mano al otro a quien vemos enredado en su rencor y en su amargura, y también a pensar en su buena voluntad y disposición, aun cuando a veces nos traten injustamente o nos mortifiquen.
Para facilitar este amor a los enemigos no debemos estar recordando constantemente el agravio o las ofensas que hemos sufrido, ni hablar sin necesidad de ello, pues estaríamos dando pie a mantener vivos en nuestro corazón los malos sentimientos.
La mejor prueba para detectar si tenemos una voluntad sincera de perdonar al ofensor es ver si estamos dispuestos a ayudarle cuando se halle necesitado.
El reconocer los valores y éxitos de nuestro ofensor nos ayudará a luchar contra el rencor y el odio, pero la principal fuerza que poseemos para cumplir este mandato de Jesús de amar a nuestros enemigos la recibimos del propio Jesús, que a través de la oración y los sacramentos entra en comunión con nosotros y nos llena de su amor, de su Espíritu, que es el que nos capacita para amar como él ama.
Para reflexionar:
¿A quiénes amamos y por qué? ¿Si solo amamos a los que nos aman, somos egoístas? ¿Podemos realmente amar a quienes nos ofenden continuamente?

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