domingo, 3 de julio de 2016

JONÁS

A primera vista, el libro de Jonás parece una historia divertida y sorprendente, pues no es corriente que un pez se trague a un hombre, que este entone un salmo en el vientre del monstruo y que siga su camino tres días más tarde. También es curiosa la disposición  unánime de los ninivitas para convertirse apenas escuchan el sermón de Jonás, y al final, el asunto de la planta de ricino nos hace sonreír y reflexionar.
Pero a pesar de todo, el lector de este pequeño relato queda seducido e interrogado por él.
Jonás, inicialmente no quiere ir a Nínive a llevar el mensaje de Dios por sus crímenes. Pero después de pasar por un naufragio y una estancia en el vientre de un gran pez, acaba proclamando en Nínive el mensaje que Dios le ha indicado: “Dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada” (Jon 3, 4b).
Los ninivitas, con su rey al frente, creyeron en Dios, se arrepintieron e hicieron penitencia. El rey proclamó a todos los hombres y animales “que cada cual se convierta de su mal camino y abandone la violencia” (Jon 3, 8b).
Entonces “Vio Dios su comportamiento, cómo habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó” (Jon 3,10).
Ante esto, paradójicamente, Jonás se disgusta y se indigna porque han resultado fallidos sus anuncios sobre la próxima destrucción de la ciudad. 
Jonás simboliza a todos aquellos que no aceptan la forma de ser de Dios que perdona a cualquiera que se arrepiente. No le gusta que Dios sea bueno y misericordioso con Nínive, una ciudad que no es religiosa ni humana.
Indignado, sale Jonás de la ciudad y se queda a ver qué pasa. Entonces Dios hace que una planta de ricino crezca a su lado para que le de sombra y librarlo de su disgusto, cosa que alegra a Jonás. Pero al día siguiente Dios hace que se seque la planta, y el sol hizo desfallecer a Jonás que deseaba la muerte.
A Jonás le molesta la desaparición del arbusto que le daba sombra, mientras que no le da pena de la muerte de miles de inocentes en la ciudad.
Cuando todo le falla a Jonás (el castigo de Nínive y la sombra del ricino), es cuando se dirige a Dios y le pide que le quite la vida. Ante tanto dolor dice “Más vale morir que vivir” (Jon 4, 8b).
Finaliza el relato con un diálogo entre Dios y Jonás. Dios le pregunta si tiene ese disgusto tan grande por lo del ricino y Jonás le contesta afirmativamente, a lo que Dios le responde que si Jonás se compadece de una planta que aparece y desaparece, cómo no se va a compadecer Él de una gran ciudad con muchos habitantes que viven desorientados.
La respuesta final de Dios no es na afirmación sino una pregunta: "Tú te compadeces del ricino, que ni cuidaste ni ayudaste a crecer, que en una noche surgió y en otra desapareció, ¿y no me he de compadecer yo de Nínive, la ran ciudad, donde hay más de ciento veinte mil personas, que no distinguen la derecha de la izquierda, y muchísimos animales?” (Jon 4, 10-11).
La pregunta de Dios va dirigida a Jonás y, a través de él, a todos los lectores; a los que se tienen por buenos y desprecian a los que juzgan malos; a los que no quieren un Dios clemente con todos sino para un limitado número de buenos.
Jonás piensa que se puede servir a un Dios poderoso y justiciero, pero servir a un Dios piadoso y clemente no vale la pena.
Pero Dios es así, clemente y misericordioso con todos y no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.
Este libro contrarresta la tendencia que solemos tener de valorarnos positivamente, de ser los buenos y merecedores del premio, frente a los otros, los malos, los que deben ser castigados.
Si pensamos que el amor de Dios debe reservarse para los buenos, el relato nos lleva a lo contrario, a que los ninivitas, los malos, son los que acogen la llamada del profeta, se convierten y son perdonados.
Aquí se critica la tesis del exclusivismo religioso, según la cual sólo los pertenecientes al pueblo elegido tienen derecho al arrepentimiento y perdón de parte de Dios.
Frente a nuestra preocupación por cosas intrascendentes y nuestro peculiar sentido de la justicia, Dios ¿cómo no va a cuidar de todos seres vivos y mostrarse solícito con ellos? 
Jonás no responde. Nos toca responder a nosotros.
Para reflexionar:
¿Queremos que Dios sea como creemos nosotros que debe ser? ¿Debe ponerse al lado de los que se arrepienten?

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