A
primera vista, el libro de Jonás parece una historia divertida y sorprendente,
pues no es corriente que un pez se trague a un hombre, que este entone un salmo
en el vientre del monstruo y que siga su camino tres días más tarde. También es
curiosa la disposición unánime de los
ninivitas para convertirse apenas escuchan el sermón de Jonás, y al final, el
asunto de la planta de ricino nos hace sonreír y reflexionar.
Pero
a pesar de todo, el lector de este pequeño relato queda seducido e interrogado
por él.
Jonás,
inicialmente no quiere ir a Nínive a llevar el mensaje de Dios por sus crímenes.
Pero después de pasar por un naufragio y una estancia en el vientre de un gran
pez, acaba proclamando en Nínive el mensaje que Dios le ha indicado: “Dentro de cuarenta días, Nínive será
arrasada” (Jon 3, 4b).
Los
ninivitas, con su rey al frente, creyeron en Dios, se arrepintieron e hicieron
penitencia. El rey proclamó a todos los hombres y animales “que cada cual se convierta de su mal camino y abandone la violencia”
(Jon 3, 8b).
Entonces
“Vio Dios su comportamiento, cómo habían
abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado
enviarles. Así que no la ejecutó” (Jon 3,10).
Ante
esto, paradójicamente, Jonás se disgusta y se indigna porque han resultado
fallidos sus anuncios sobre la próxima destrucción de la ciudad.
Jonás simboliza a todos aquellos que no aceptan la forma de ser de Dios que perdona a cualquiera que se arrepiente. No le gusta que Dios sea bueno y misericordioso con Nínive, una ciudad que no es religiosa ni humana.
Jonás simboliza a todos aquellos que no aceptan la forma de ser de Dios que perdona a cualquiera que se arrepiente. No le gusta que Dios sea bueno y misericordioso con Nínive, una ciudad que no es religiosa ni humana.
Indignado,
sale Jonás de la ciudad y se queda a ver qué pasa. Entonces Dios hace que una
planta de ricino crezca a su lado para que le de sombra y librarlo de su
disgusto, cosa que alegra a Jonás. Pero al día siguiente Dios hace que se seque
la planta, y el sol hizo desfallecer a Jonás que deseaba la muerte.
A
Jonás le molesta la desaparición del arbusto que le daba sombra, mientras que
no le da pena de la muerte de miles de inocentes en la ciudad.
Cuando
todo le falla a Jonás (el castigo de Nínive y la sombra del ricino), es cuando
se dirige a Dios y le pide que le quite la vida. Ante tanto dolor dice “Más vale morir que vivir” (Jon 4, 8b).
Finaliza
el relato con un diálogo entre Dios y Jonás. Dios le pregunta si tiene ese
disgusto tan grande por lo del ricino y Jonás le contesta afirmativamente, a lo
que Dios le responde que si Jonás se compadece de una planta que aparece y
desaparece, cómo no se va a compadecer Él de una gran ciudad con muchos
habitantes que viven desorientados.
La
respuesta final de Dios no es na afirmación sino una pregunta: "Tú te compadeces del ricino, que ni
cuidaste ni ayudaste a crecer, que en una noche surgió y en otra desapareció,
¿y no me he de compadecer yo de Nínive, la ran ciudad, donde hay más de ciento
veinte mil personas, que no distinguen la derecha de la izquierda, y muchísimos
animales?” (Jon 4, 10-11).
La
pregunta de Dios va dirigida a Jonás y, a través de él, a todos los lectores; a
los que se tienen por buenos y desprecian a los que juzgan malos; a los que no
quieren un Dios clemente con todos sino para un limitado número de buenos.
Jonás
piensa que se puede servir a un Dios poderoso y justiciero, pero servir a un
Dios piadoso y clemente no vale la pena.
Pero
Dios es así, clemente y misericordioso con todos y no quiere la muerte del
pecador, sino que se convierta y viva.
Este
libro contrarresta la tendencia que solemos tener de valorarnos positivamente,
de ser los buenos y merecedores del premio, frente a los otros, los malos, los
que deben ser castigados.
Si
pensamos que el amor de Dios debe reservarse para los buenos, el relato nos
lleva a lo contrario, a que los ninivitas, los malos, son los que acogen la
llamada del profeta, se convierten y son perdonados.
Aquí
se critica la tesis del exclusivismo religioso, según la cual sólo los
pertenecientes al pueblo elegido tienen
derecho al arrepentimiento y perdón de parte de Dios.
Frente a nuestra preocupación por cosas intrascendentes y nuestro peculiar sentido de la justicia, Dios ¿cómo no va a cuidar de todos seres vivos y
mostrarse solícito con ellos?
Jonás no responde. Nos toca responder a nosotros.
Jonás no responde. Nos toca responder a nosotros.
Para reflexionar:
¿Queremos que Dios sea
como creemos nosotros que debe ser? ¿Debe ponerse al lado de los que se
arrepienten?
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