En la parábola del administrador
astuto (Lc 16, 1-15) “el amo alabó al administrador injusto,
porque había actuado con astucia” (Lc 16,8). Este administrador no se nos presenta como modelo a seguir, sino como ejemplo de astucia.
La
parábola a continuación nos dice: "Ganaos amigos con el
dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas
eternas” (Lc 16, 9).
El dinero de iniquidad o injusto
es aquel que no cumple una función social y es destinado, por aquel que lo ha
conseguido, para su propio beneficio. Es una complacencia egoísta con el dinero
para su seguridad, ignorando las necesidades ajenas. Es la riqueza que se disfruta sin compartirla
con los pobres y hambrientos.
Esta es la “astucia” del administrador:
ha descubierto otra función del dinero, que es la de ganar amigos y ayudar a los pobres que
dependen como él de un amo rico, para salvar su vida. Así, el administrador
se salva de vivir de la mendicidad o de trabajos que no puede hacer.
Y esta es la “astucia” que nos
pide el Señor: emplear
lo que tenemos en ayudar a los pobres; ganar su amistad compartiendo con ellos nuestros
bienes, y así nos salvaremos, pues en la hora de la
muerte, cuando el dinero ya no sirva para nada, ellos, los pobres con los que
compartimos nuestros bienes, serán nuestros amigos y nos acogerán en la casa
del Padre.
Si somos amigos de los pobres nos
salvaremos. Ahora estamos todavía en un tiempo propicio para compartir nuestros
bienes con los más necesitados.
Ante la astucia mundana nosotros
estamos llamados a responder con la astucia cristiana, que es un don del
Espíritu Santo. Se trata de alejarse del espíritu de los valores del mundo,
para vivir según el Evangelio.
Con esta enseñanza, Jesús nos
exhorta a elegir entre Él y el espíritu del mundo; entre la lógica de la
corrupción, del abuso y de la avidez; y la de la rectitud, de la humildad y del
compartir.
Jesús nos dice hoy que empleemos nuestros bienes y riquezas en ayudar al
prójimo necesitado, compartiéndolos con él. Así nos granjearemos su amistad.
Hacerse amigo de los pobres es granjearse también la amistad de Dios, pues son
sus preferidos.
Tenemos que “blanquear” ante Dios nuestro dinero, y la mejor forma de
hacerlo es compartirlo con sus hijos preferidos, los pobres.
Un seguidor de Jesús no puede hacer cualquier
cosa con el dinero: hay un modo de ganar dinero, de gastarlo y de disfrutarlo
que es injusto cuando olvida a los más pobres.
Para reflexionar:
¿Cuál es mi relación con el dinero? ¿Qué
función primordial ocupa el dinero en mi vida?
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