Señor Jesús, te he escuchado muchas veces, he
disfrutado de tu palabra, has sido mi maestro y guía, he puesto mi esperanza en
ti para un futuro nuevo y mejor.
Sin embargo no te conocía ni te comprendía del todo,
no estaba en plena comunión contigo, eras para mí “otro”.
He visto mis fracasos y los del mundo, he sufrido y he
visto sufrir, y desilusionado me he alejado de ti, he vuelto triste a mi casa.
Pero en ese camino de huída sin sentido, te has puesto
a mi lado sin que te lo pida, me has acogido tal como soy, y me explicas las
escrituras…
Señor Jesús, no
quieres que vaya solo por la vida sin saber vivir, quieres que cambie de rumbo
y vaya por el tuyo.
Por eso me explicas quien eres, quien soy.
Tu palabra va iluminando mi vida y voy entendiendo lo que me sucede. Y
descubro que todo forma parte del plan
de Dios, en el que lo contradictorio o
el fracaso a la visión humana, tiene otro sentido, y se integra en la historia
de la salvación.
Todo es distinto desde
que estás conmigo, por eso te invito a que entres en mi casa, porque mi corazón
triste empieza a arder. Quiero que te quedes conmigo porque empiezo a
comprender quien soy y el sentido de mi vida…
Señor Jesús, ya en mi casa has tomado el pan y el
cáliz y me lo has ofrecido: toma y come, este es mi cuerpo; toma y bebe, esta
es mi sangre. Te haces presente a través del pan y del vino, quieres hacerte
uno conmigo.
Esta comunión me ha hecho igual a ti. Me he convertido
en otro Cristo, me he introducido en tu Reino, nos pertenecemos, tú a mí y yo a
ti.
Ya no estás fuera de mí, ya has desaparecido de mi
vista. Hemos entrado en esa comunión tan íntima, tan santa, tan espiritual que
escapa a los sentidos.
He dejado esa fácil amistad y esos sentimientos y
emociones que tenía de ti, porque mi vida se trasforma en la tuya. Ya no soy yo
quien vive, sino tú el que vive en mí…
Señor Jesús, por ti, todos los que hemos comido del
mismo pan y bebido de la misma copa nos hemos convertido en un solo cuerpo.
El Dios que vive en nosotros nos hace reconocer a Dios
en nuestros semejantes. Nuestra participación en la vida de Dios nos lleva a
una nueva forma de participar unos en la vida de otros.
La comunión crea comunidad y esta nos lleva a la
misión: a Amar
y Servir. Y lo haré con la alegría que da el saber que no estoy solo,
que unido a ti Jesús, todo lo puedo. Amén.
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