Jesús
nos dice que son felices los limpios de corazón (Cf Mt 5, 1-8). En el sermón de
la montaña Jesús está anunciando la felicidad plena, pero no nos dice lo que
tenemos que hacer para ser felices, sino que se está llamando felices a un
grupo de personas caracterizadas por ciertas actitudes humanas.
No es feliz la persona porque viva esas actitudes,
sino más bien las vive porque es feliz, porque ha descubierto que su valor máximo
es Jesús.
Esa vida no es fruto de un esfuerzo personal para
encontrarnos con Jesús, sino es la consecuencia de nuestra unión con él la que
nos permite vivir con Jesús y como él, las bienaventuranzas.
¿Qué es ser limpio de corazón?:
El corazón, en la Biblia, es la sede del pensamiento, del sentir, de la voluntad y de la
relación con Dios. Es el centro de la vida interior de la persona, donde reside
lo que realmente buscamos y deseamos.
Podemos
tener un corazón impuro y de allí salir las intenciones malas, o podemos ser
«limpios de corazón» y vivir en conformidad con Dios.
El
ser limpio de corazón no es solo un actuar correctamente, sino que el interior
de la persona está unido a Dios, de tal manera que su querer se identifica con
el querer de Dios. Nuestro pensar, sentir y desear es conforme a la voluntad de
Dios, y el obrar está movido por el amor fraterno.
¿Por
qué son felices los limpios de corazón?: porque ellos verán a Dios. San Pablo nos invita a tener los mismos
sentimientos que Jesús, y esos sentimientos de los que habla Pablo en su carta
a los filipenses son los de, pese a su condición divina, despojarse de su rango
y tomar la condición de esclavo, rebajándose hasta someterse a la muerte en la
cruz.
Nuestro
ascenso a Dios se produce cuando acompañamos a Jesús en ese descenso. El
corazón puro es el corazón que ama, que está en comunión con el corazón
servicial y obediente de Jesús. Si vivimos el amor y la entrega al estilo de
Jesús, nos purificamos y una vez puros veremos a Dios.
Jesús
ve al padre cara a cara y el camino que ha seguido Jesús para ver a Dios ha
sido rebajarse y hacerse esclavo para servir a los demás.
Para
encontrarse con Dios hay que rebajarse en el servicio a los demás, y ahí es
cuando Dios nos coge y nos pone frente a él.
Limpios
de corazón son los que más aman y esos ya ven con los ojos de su corazón a Dios
porque están con él.
Aquí
está la felicidad: cuanto más nos acercamos a Dios y mayor relación tenemos con
él, nuestro corazón se va haciendo conforme al suyo, nuestros pensamientos, deseos
y sentimientos se van haciendo como los suyos. Vamos «viendo» más de cerca a
Dios. Y es en esta cercanía con Dios donde está nuestra felicidad.
Para
reflexionar:
¿Qué
sale de nuestro corazón? ¿Vemos a Dios en el servicio al prójimo?
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