El Salmo 91 (90) nos muestra la bondad de Dios al enviar a sus
ángeles custodios. Es un Salmo que nos da seguridad bajo la protección divina: “No
se acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus
ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos”.
San Bernardo reflexionando sobre este Salmo en uno de sus sermones
nos comenta que la preocupación de Dios por el hombre se manifiesta enviando a
su Hijo y a su Espíritu y le promete la gloria.
Pero también Dios hace que todo lo que hay en el cielo participe en
nuestro cuidado, por eso envía a sus ángeles para nuestro bien, no para que nos
muestren el gran poder de Dios ni para que actúen contra el impío, sino que los
destina a nuestra guarda.
¿Quiénes somos nosotros para que Dios nos aprecie tanto?: La
respuesta la tenemos en el evangelio cuando disponiéndose los criados a arrancar
la cizaña sembrada después del trigo, el providente Padre de familia les dice:
Dejad que ambos crezcan hasta la siega..., no sea que, al querer arrancar la
cizaña, arranquéis con ella el trigo (Mt. 13, 29-30).
Dios quiere que los ángeles te guarden a ti, que eres trigo entre
cizaña. Este es el objeto del mandato que Dios ha impuesto a sus ángeles para
mientras vivamos en la tierra: conservar el buen grano hasta el tiempo de la
recolección (del juicio final).
Dios mandó a sus ángeles para que nos guarden en nuestros caminos.
Por eso debemos caminar teniendo presente a los ángeles, en cualquier parte, en
cualquier lugar, aun el más oculto.
A Dios es a quien se le debe todo honor y gloria, pero no debemos
ser ingratos con aquellos que le obedecen con tanto amor y nos amparan en tanta
indigencia.
Seamos agradecidos a los ángeles y honrémosles, pero sabiendo que
todo nuestro amor debe ir dirigido a Dios, de cuya mano (tanto para los ángeles
como para nosotros) recibimos el poderle amar y merecer ser amados.
Amemos a los ángeles como a quienes han de ser un día coherederos
nuestros, siendo por ahora nuestros defensores y tutores puestos por el Padre
sobre nosotros.
¿Qué temeremos teniendo tales custodios?: ellos no pueden ser
vencidos ni engañados, y mucho menos nos pueden engañar ellos que nos guardan
en todos nuestros caminos.
Para reflexionar:
¿Tenemos
en cuenta en nuestra vida a los ángeles? ¿Pedimos a Dios que sus ángeles nos
guarden, acompañen e intercedan por nosotros?
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