Se
nos enseña que la fe es la respuesta que le damos a Dios por la que acogemos lo
que él nos revela sobre sí mismo y sobre nosotros. Mediante la revelación Dios
nos invita a creer en él, a adherirnos a él, a entregarnos libremente a él.
Hay
una iniciativa de Dios que se da a conocer y una respuesta del hombre que es la
obediencia de la fe. La fe es un don, pero es a la vez razonable porque la
revelación es creíble.
Pero
si analizamos el texto Mt 8, 5-13, en donde un centurión romano se acerca a
Jesús y le ruega que cure a su criado que está sufriendo, vemos que el centurión sabe que Jesús es
judío y él no, y también sabe que es capaz de hacer grandes obras, por eso le dice: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi
techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano”. Al oír
esto “Jesús quedó admirado y dijo a los
que lo seguían: En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta
fe”. Y le dijo al centurión: “Vete;
que te suceda según has creído. Y en aquel momento se puso bueno el criado”.
Este
texto nos indica que la fe más que creencia, es confianza en Jesucristo. Jesús
se admira de la fe del centurión, persona extranjera que desconoce la religión
judía. No conoce ni cree en las normas y doctrinas judías, pero ha descubierto
a Jesús y siente que es merecedor de su confianza. Tiene más fe que nadie en Israel.
La
fe es confiar en un Dios inseparable de cada uno de nosotros porque nos ama,
porque siente ternura y misericordia ante nuestra debilidad.
Por
eso no podemos quedarnos en pensar que la fe es un mero asentimiento a una
serie de verdades teóricas, creer en un conjunto de doctrinas, que no siempre
podemos comprender. En la Biblia fe es equivalente a confianza en una persona.
Y esa confianza tiene que ir acompañada de la fidelidad.
Por
eso no podemos asociar la vida cristiana al cumplimiento de ciertos ritos y
normas, ya que la fe implica a toda la persona y comporta un cambio de vida, si
no hay cambio de vida no hay fe. Si quieres saber la fe de uno, mira cómo vive,
no le preguntes lo que sabe.
Al
final, la fe se convierte en una forma de pensar y de vivir que tiene como
modelo a Jesucristo, la fe es el seguimiento de una persona, de Jesucristo. Es
un regalo que nos hace Dios y que debemos transmitir. Dependiendo de cómo ofrezcamos
ese regalo de la fe en nombre de Dios, será o no acogida.
Para
reflexionar:
¿Tengo
fe porque creo en determinadas verdades o porque vivo confiando en Dios?