lunes, 13 de julio de 2020

HUMILDAD


Jesús nos invita a ser humildes, quiere que aprendamos de Él que es “manso y humilde de corazón” (Mt 11,29).  Pero, ¿qué significa ser humilde?
Humildad no son sentimientos o complejos de inferioridad, ni es abajarse ante la grandeza de otra persona. No es ser una persona que no se hace notar, que no opina de nada y aparenta no estar a la altura de ningún tema, o que no le importa ser pisoteado por todo el mundo.
Ser humildes no significa despreciarnos sino tener el sentido exacto de lo que somos en relación con Dios. Es sentirnos creaturas limitadas y pecadoras ante  Dios perfecto y santo.
La humildad se refiere a nuestra relación con Dios y no con el prójimo.  En esa perspectiva, humildad es verdad, porque el humilde conoce y reconoce su debilidad y pequeñez, y la usa para vincularse más con Dios. Es reconocer la realidad de nuestro ser, nuestra bajeza y la miseria de nuestro obrar, con referencia a Dios.
La humildad es la verdad sobre nosotros mismos, es decir, no creerte más pero tampoco menos de lo que verdaderamente eres. El hombre humilde es y se siente por sí solo muy débil, necesitado y defectuoso; pero unido con Dios, es y se siente de un valor muy grande.
La humildad nos permite alcanzar los más altos ideales, pues es la forma que Dios tiene de ensalzarnos. Reconocer nuestra pequeñez es darnos cuenta de la necesidad que tenemos de Dios y contar siempre con su ayuda. Nos permite vivir unidos a Dios, y con Él lo podemos todo.
Jesús lava los pies, se humilla hasta morir en la cruz. Une su humildad a una disponibilidad servicial para con el prójimo.
Por eso el hombre humilde es servicial y se pone desinteresadamente a disposición de los hermanos. La humildad cambia nuestras relaciones sociales al hacernos más comprensivos con los defectos de nuestro prójimo. Ya no miramos la paja en el ojo ajeno sino que nos centramos en la viga que tenemos en el nuestro.
Jesús quiere constituir una sociedad de iguales siendo humildes y sencillos de corazón. Por eso “el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor” (Lc 24,26), pues Jesús está en medio de nosotros “como el que sirve” (Lc 24,27).
Jesús nos exhorta a no pretender alcanzar el éxito buscando el prestigio, sino en el servicio permanente y desinteresado a los demás. La verdadera grandeza humana la alcanza no el vanidoso, no el soberbio, no el que se cree más que los demás por ser importante, sino el humilde, el que en todo procede con sencillez.
Para descubrir quién soy y cuál es mi verdadero valor es necesario conocerme a mí mismo a la luz del Señor Jesús. En Cristo descubrimos la verdad sobre nosotros mismos y de Él podemos aprender a ser humildes.
Para reflexionar:
¿Pienso que la humildad es una debilidad? ¿Para qué sirve ser humilde?

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