domingo, 20 de enero de 2013

EL DIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO III



Afirmaciones que se hacen sobre Dios en el Antiguo Testamento: En primer lugar Dios aparece como uno y único: “escucha Israel, Yahvé es nuestro Dios, es único, amarás  a Dios con todo tu corazón, todas tus fuerzas…”
Israel no tolera adoración a otros dioses. Está en una lucha constante contra el politeísmo.
Elías lucha por distanciar a Yahvé de los Baales, diciendo que Dios es el totalmente otro y exclusivamente uno, y lo antepone a los otros dioses. Isaías anuncia un monoteísmo que ya se ha hecho consciente: sólo Yahvé es Dios, no hay Dios justo ni salvador fuera de mí, dice el Señor.
En segundo lugar aparece la Santidad de Dios: Dios trasciende todas las cosas, es infinito y absoluto. Esta realidad distinta, grande, otra, diferente… se expresa con la palabra santo.
Eso lleva al pueblo de Israel a tener conciencia de la supremacía de Dios con respecto al mundo.
El señorío de Dios sobre el mundo trasciende el tiempo y el espacio. Dios es eterno. Frente al mundo, Dios es el inalcanzable y el totalmente otro.
La propiedad esencial de Dios es ser santo. Pero su santidad no es sólo estar en una realidad totalmente otra, no es sólo porque no sea pecador ni criatura, sino por su amor, por la inconcebible fuerza del amor con que se entrega.
En tercer lugar aparece en el Antiguo Testamento el nombre de Dios. El nombre para los hebreos es parte integrante de la persona; responde a la esencia del objeto nombrado y la revela.
Dios ofrece su nombre, como una muestra de cercanía. El nombre ocupa el lugar que en otros cultos tiene la imagen.
El primer nombre que aparece es El o Eloín, que significa poder, gloria, majestad, fortaleza… Israel recoge este nombre de los pueblos y religiones vecinos pero le da un giro personal, habla del Dios de nuestros padres, del Dios de Abrahán… es un Dios que se relaciona o vincula con personas.
Otra expresión de Dios es Adonai, es el Señor que ha creado el pueblo, lo posee y lo conduce.
El nombre principal que se le da a Dios en el Antiguo Testamento es Yahvé. Es la manera más habitual de llamar a Dios. Yahvé lo han traducido como “yo soy el que soy”. Dios les dice eso para no decirles quien es, para que no intenten atraparlo, pues Dios es más grande que todo.
En cuarto lugar, el Dios que aparece en el Antiguo Testamento es el Dios de la Alianza, ya que la historia de la salvación es una historia de las alianzas de Dios con la humanidad.
La Alianza es una promesa solemne de Dios que se compromete a ser nuestro Dios, y nosotros su pueblo, para ser acompañados en toda la historia.
Dios le pide a su pueblo un acompañamiento y ordenamiento de la vida, esto aparece en el decálogo. Las tablas de la ley son las tablas de la alianza.
El Señor de la Alianza exige incondicionalidad, no quiere que lo compartan. Pero al mismo tiempo es un Dios misericordioso y fiel con su pueblo. Cuando el pueblo de Israel es infiel, Dios sigue manteniendo su fidelidad y perdón.
Dios se relaciona con los hombres personalmente, a través de la Alianza.
El Dios único y santo que nos trasciende, que hace alianza con nosotros y nos da su nombre, se nos acerca y nos santifica.
En el Antiguo Testamento aparece mucho el Espíritu de Dios. El Espíritu como aquella fuerza activa y móvil de Dios que actúa, salva, guía…
Nos habla de la acción de Dios que actúa en los profetas, en los jueces y en los reyes, que son poseídos por el Espíritu y alcanzan victorias o proclaman la Palabra de Dios o gobiernan.
Cuando el pueblo vuelve del destierro, el Espíritu es para todo el pueblo. Es la renovación de la Alianza: os daré un corazón de carne y escribiré mi ley en vuestros corazones, el Espíritu se ofrece a todos.
Por último, en el Antiguo Testamento, en contadas ocasiones se aplica a Dios el nombre de padre, se le compara con la ternura de un padre, o con la forma de corregir de un padre.
Con esta negativa a usar la palabra padre nos quiere decir que Dios está en otro nivel de realidad, que trasciende de estas relaciones, que está más allá de los sexos.

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