El alma nos permite ser algo más que seres vivos, nos
hace trascendentes: ser capaces de Dios.
El ser humano es cuerpo y alma, uno. El espíritu y
materia están unidos, formando una única naturaleza.
El alma es espiritual. No es producida por los padres,
sino directamente creada por Dios. La materia no puede crear espíritu.
El alma es inmortal, tiene principio pero no final. Por
tanto, no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte. Y se unirá de nuevo
al cuerpo inmortal en la resurrección.
El hombre tiene 2 grandes partes: la sensitiva formada
por el cuerpo vivo, y la espiritual formada por el entendimiento, la voluntad y
la memoria.
En lo que respecta al alma, esta tiene 2 partes, una
sensitiva o parte inferior que es común al hombre y al animal y que se basa en
los sentidos; y otra racional-espiritual o parte superior del alma, común con
los ángeles.
Si vivimos en base a los sentidos nos podemos
equivocar, pues no siempre captan la verdad.
Los sentidos dan lugar al apetito sensible, que nos
impulsa a desear las cosas agradables que no poseemos. Intentan “engañar” al
entendimiento para que la voluntad se mueva a obrar según ellos quieren.
Lo que los sentidos presentan al alma nos van a
producir amor, deseo, esperanza, placer, odio, aversión, tristeza, dolor, ira…
El que vive sólo de los sentidos es inmaduro.
La parte superior del alma son las potencias del alma:
el entendimiento y la voluntad. La memoria también se puede considerar potencia
del alma.
Esta parte del alma nos da capacidad para comunicar
con Dios, y gracias a ella somos capaces de la verdad, del bien y del amor.
En este fondo del alma está Dios, que es quien da vida
a la vida del alma. A Dios no se le oculta nada porque está en la sustancia del
alma.
Hemos sido creados por Dios y para Dios, y a Dios lo
tenemos dentro. Pero si vivimos fuera y no dentro, entramos en tensión. Por eso
en nuestra vida debemos permitir que Dios pueda influir con su don de amor, y podamos
apetecer desde Dios, no desde fuera.
Lo deseable es que nuestro entendimiento, voluntad y
pasiones lo tengamos desde Dios. Nunca ocurre esto plenamente en nuestra vida.
Para
reflexionar:
¿Qué es lo que nos mueve a obrar? ¿Vivimos con la
influencia de Dios o con la de los sentidos?
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