viernes, 8 de febrero de 2013

FE JOÁNICA



Para Juan creer es ir hacia Jesús, aceptarle… es tener vida. Por el creer ya tenemos vida eterna, ya subsistimos.
La fe es el resultado final de creer. Escuchar a Jesús es creer, ir a Jesús es creer. El que crea no tendrá sed, el que crea tiene vida eterna y aunque haya muerto vivirá…
La fe tiene como objeto el hombre llamado Jesús. Va en la dirección de Jesús.
Pero no es hasta la cruz donde se manifiesta la gloria de Jesús, allí es donde gracias al Espíritu Santo ya se puede tener fe.
El creer joánico penetra en el misterio de la identidad de Jesús. A través de los signos se ha ido descubriendo la identidad de Jesús que su persona humana ocultaba, sus signos revelan su gloria, pero cuando Jesús es exaltado en la cruz es cuando se le conoce, gracias al Espíritu Santo, el momento de conocer es el momento de la fe.
La exaltación y el don del Espíritu Santo coinciden, Jesús muere entregando el Espíritu.
La comunidad joánica está al pie del crucificado. Ahí nace la Iglesia.
Sin el Espíritu Santo es imposible recordar y penetrar en las palabras y acciones de Jesús.
El creer es la posesión actual y plena de la vida de Dios que nos llega a través de Jesús (no es algo para el futuro).
Jn 17,3: esta es la vida eterna: que te conozcan a ti Dios verdadero y a Jesucristo, tu enviado.
¿En qué consiste la vida eterna? En que te conozcan a Ti, único Dios verdadero y a Jesucristo, a quien has enviado. Para conocer al Padre y al Hijo hace falta el Espíritu Santo.
Jn 5,24: el que oye mi palabra y crea al que me envió tiene vida eterna (habla en presente) y ha pasado de la muerte a la vida (habla en pasado, ha experimentado ya la resurrección).
Esta plenitud que Jesús ofrece sólo se realiza después de la exaltación. Porque el creer comienza con la acción del Espíritu Santo que da comienzo a la actividad apostólica.
La aceptación de Cristo es estar salvado.
Pecado es lo contrario a creer, Juan habla de creer como “hacer la verdad” y de incredulidad, como “hacer el pecado”.
El pecado fundamental es el de la autosuficiencia y cerrazón, que es lo que impide un verdadero conocimiento de Dios.
El pecado es la no aceptación del don de Dios que lleva a la confesión. El creer va unido a la confesión.
Para que la fe sea auténtica debe haber confesión, reconocer públicamente.
El pecado es rechazar a Jesús, no creer. Si no creo en él haré cosas que son pecado.

DISCIPULADO. MARCOS



Marcos en su evangelio, los discípulos aparecen siempre al lado de Jesús, primero los llama y ya siempre están con él.
Mc 3, 14-15: “E instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar”
Jesús al llamarlos les dice, sígueme, y les lanza una promesa: “venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres” (Mc 1,17)
Esta frase es una proposición de vida totalmente diferente a la que llevaban y por eso los discípulos siempre van con Jesús, para ser educados en ser pescadores de hombres.
El mar es la representación del mal. Sacar a alguien del mar es sacarlo del mal. "Pescadores de hombres" expresa la función del discípulo que debe salvar de los poderes del desamor y del egoísmo para que descubra al Dios que ama a fondo perdido.
Jesús los elige con esa intención concreta, para ello deben estar con él para después poder ser enviados a predicar.
Jesús quiere que estén con él para que vean lo que hace, lo que comenta, lo que ora… Y una vez conocido el proyecto de Jesús serán enviados para continuar su obra.
Se nos quiere ir haciendo discípulos de Jesús aprendiendo a saber quien es Jesús. Pretende que nos acerquemos a Jesús y nos encontremos con él, puesto que la principal enseñanza de Jesús en este evangelio es su propia vida.
Jesús es el protagonista del evangelio, Marcos quiere que vayamos viendo lo que hace, lo que enseña, cómo muere…, que en su compañía aprendamos a rezar, a llamar Padre a Dios, a confiar en él…., y nos da la última lección con su muerte: obedecer a Dios.
Acaba el evangelio diciendo: id a Galilea. Una vez hemos aprendido, hay que ir a Galilea a continuar allí el Reino de Dios. Nos envía a predicar.
Primero conocemos quién es Jesús y luego vamos a la Galilea de nuestra casa, ciudad, trabajo… a predicar quién es Jesús, a dar testimonio del reino de Dios.
El proyecto de Jesús es que los discípulos rompan su vida, para iniciar una vida nueva sin marcha atrás.
Este grupo es convocado por Jesús, fundado por Jesús, se reúne en torno a Jesús, se consolida como grupo viviendo alrededor de Jesús, y se identifican con su destino. Es el núcleo del Reino de Dios. Es también el núcleo de la Iglesia.
Marcos es muy crítico con los doce y esto lo hace para no desanimar a los que leen el evangelio, es una postura pedagógica por la que nos quiere hacer ver que si los discípulos que estaban siempre con Jesús no entienden, nosotros con una primera lectura del evangelio tampoco lo entenderemos, y no nos debe desanimar, hay que releerlo para comprender a Jesús.

DISCIPULADO. MATEO



Mateo finaliza su evangelio con la misión que Jesús Resucitado da a sus discípulos: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”. (Mt 28, 19-20).
Jesús resucitado no enseña nada nuevo, se les presenta a los discípulos y les dice que vayan por todo el mundo a enseñar lo que él les había enseñado.
Jesús quiere tener discípulos en todas partes, y será su discípulo aquel que guarda sus enseñanzas, aquel que aprende a vivir de Jesús, y lo que aprende no es teoría, recibe una enseñanza práctica para cumplirla.
Discípulo también es aquel que mantiene siempre la confianza en Jesús. Si Jesús ha resucitado, es que vive y tenemos que confiar en su poder.
El discípulo debe aprender a confiar en Jesús resucitado.
En el evangelio de Mateo se aprecia que en los momentos de angustia de los discípulos, Jesús acude a ellos, en Mt 14, 23-33 se narra que en la tormenta Jesús va hacia sus discípulos caminando sobre las aguas para detenerla, y los que estaban en la barca dicen: realmente es el Hijo de Dios. Los discípulos reconocen el poder de Jesús cuando va en su ayuda.
Dentro de la tormenta Pedro le dice a Jesús que le mande que vaya hacia él caminando, se puso a caminar sobre las aguas, la tormenta seguía, y Pedro se empezó a hundir. Cuando se estaba hundiendo grita, Señor sálvame, y Jesús le saca.
Esto indica que el discípulo se juega la vida por Jesús, pero debe aprender a confiar en él.
Nos dice Mateo que el discípulo debe aprender de Jesús, llevar a la práctica lo aprendido y tener una confianza total en él.
Pedro aparece como el modelo del discipulado, que cree en Jesús, confía en él y le  sigue, pero siente miedo y cobardía (luces y sombras). Lo que no hay que hacer nunca es desesperarse.
En resumen, como discípulos debemos aprender a guardar las enseñanzas de Jesús, por eso hay que evangelizar enseñando a guardar (cumplir) lo que Jesús ha enseñado y aprender a confiar en Jesús resucitado, que está siempre presente en la comunidad.

DISCIPULADO. LUCAS



Lucas relata la llamada de los discípulos por Jesús de forma diferente a los otros evangelistas, intenta explicar por qué los discípulos siguen a Jesús.
Coloca primero el sermón. Jesús predica a las gentes desde la barca sus enseñanzas. Pedro ve el contenido de la palabra de Jesús que le llena de asombro, luego cuando Jesús le dice que vaya mar adentro y eche las redes, Pedro las echa por su palabra.
Al ver la pesca, Pedro aún se llena más de asombro, y es entonces cuando Jesús le dice que le siga y que será pescador de hombres.
Ese cambio de Pedro está motivado por la acción de Jesús.
Jesús le pide a Pedro algo imposible, y Pedro confía en Jesús para su misión, porque se fía de su palabra y porque ve la autoridad que tiene sobre las cosas.
La misión que nos manda el Señor siempre es imposible. Pero imposible para nuestras fuerzas, con su fuerza sí que podemos.
El seguimiento de Jesús no es una decisión tomada a ciegas por los discípulos, sino tras ver un fundamento, una prueba.
Jesús no puede contar a sus discípulos su misterio de golpe, por eso primero hace milagros, luego explica, para que se interesen y pregunten más a fondo.
Jesús probablemente pensó que estando juntos en Galilea, los discípulos estarían enseñados y tendrían una idea de lo que él quería hacer, pero se da cuenta que no se han enterado de nada y les reprende (Lc 9,55), y a partir de ahí comienza una enseñanza intensiva, pues quiere que sus discípulos abran su mente a lo que les quiere enseñar para que luego lo transmitan.
El camino de Jesús con los discípulos desde Galilea a Jerusalén lo aprovecha para enseñarles y dejarlos preparados.
Jesús les da una lección sobre el mandamiento principal, les enseña a rezar y les da el Padrenuestro, les habla en parábolas.
Los discípulos con eso debían haber aprendido ya quien es Jesús, pero no lo han hecho, no se han dado cuenta de la condición divina de Jesús y tampoco conocen cual es su misión.
Y esa misión se perderá si los discípulos no la entienden y la pueden contar.
El misterio de Jesús, se lo acaba de explicar en la última cena. Pero hasta que no llegue el Espíritu Santo no acabarán de comprender y darse cuenta de todo.
El desarrollo teológico se desarrollará después de la pascua, pero se fundamenta en todo lo que Jesús hizo y dijo antes de la pascua.

 

lunes, 21 de enero de 2013

EL DIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO I



En la Biblia no existe un tratado sobre Dios, no busca definirlo. El Antiguo Testamento considera los acontecimientos históricos del pueblo de Israel como relaciones del hombre con Dios, ya que Dios interviene en la historia y se hace protagonista de ella, para liberar y salvar a los hombres.
El Antiguo Testamento nos muestra como el hombre va  conociendo a Dios y sabiendo qué es lo que quiere, ya que es en la historia donde el pueblo se encuentra con Dios, donde el hombre es capaz de descubrir a Dios.
Son escritos surgidos a lo largo de la historia del pueblo de Israel, que manifiestan la estrecha relación que existe entre los acontecimientos y la interpretación teológica que el pueblo hace de ellos.
En el Antiguo testamento Yahvé aparece como el Dios que se ha revelado a Israel y del que éste ha tenido experiencia en el éxodo, en el Sinaí y en tantas otras circunstancias de su historia.
Es Dios quien habla de sí mismo, y habla el Dios fuerte, omnipotente y poderoso, cuya visión y proximidad produce en el hombre una actitud de reverencia y un temor indefinible, cuya Palabra es eterna e irrevocable. Pero habla también el Dios amable, cuya palabra resuena en los oídos o se percibe interiormente.
A Dios no se le conoce por medio de una profunda reflexión, sino a través de un conjunto de intervenciones en la historia, no por medio de una investigación, sino porque Él mismo ha querido revelarse.
La trascendencia de Dios le convierte en “absolutamente otro”, con quien nada se puede asemejar.
Es un Dios vivo, activo, eficaz, siempre presente, poderoso, que se relaciona con su pueblo por medio de alianzas.
Dios no es un ser lejano que se limita a gobernar el orden del mundo y se desentiende de la suerte de los hombres, sino un Dios que ama a los hombres, que se comunica a ellos, que se compadece de sus males, que reclama una respuesta.
Este Dios del Antiguo Testamento es cercano y transcendente, está por encima del tiempo y del espacio. 
Dios va “jugando” con la libertad del hombre, sigue con su plan de salvación a pesar de los reyes que tiene Israel, de las invasiones… Dios se mete en la historia para conseguir su objetivo. Por ello ningún acontecimiento es negativo (incluso el exilio que fue visto como la destrucción de Israel, sirvió para purificar la fe del pueblo).
Yahvé actúa constantemente en la historia de su pueblo de acuerdo con un plan, y aunque tiene que juzgar y castigar, al final triunfa la salvación.

domingo, 20 de enero de 2013

EL DIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO II

Cuando se escribe el Génesis se está en el exilio, la fe del pueblo de Israel que se había venido abajo se ha recuperado, y ahora es todo a lo grande, ven a Dios con un gran poder, capaz de crear al mundo.
Es además un Dios cercano y familiar, se le nombra como el Dios de nuestros padres, a quienes se les apareció por primera vez y que fundaron su culto. Está ligado a un grupo, al que protege, acompaña, promete una tierra y descendencia.
Aparece la fe como un encuentro personal con Dios, como una experiencia personal.
Es un Dios que sale al encuentro de sus criaturas para establecer una alianza. La historia de la salvación es una historia de alianzas de Dios con la humanidad. Es un Dios fiel que cumple las promesas.
Dios revela su nombre a Moisés: "Yo soy el que soy",  se  manifiesta como el que es, el que existe, el que actúa, en favor de Israel, como el que lo libera y lo salva.
La salida del pueblo judío de Egipto se convierte en una auténtica liberación, en una verdadera salvación. Esta salida es el primer paso de un proyecto más ambicioso.
Yahvé es presentado como un guerrero que combate por su pueblo. La victoria de Yahvé es una victoria de la libertad y de la vida, sobre la esclavitud y la muerte.
Entre el punto de partida y el de llegada (la tierra prometida), se interpone un largo camino, con el Sinaí que es donde Yahvé se manifiesta y constituye a Israel como su pueblo, le revela su ley y concierta una alianza, les transmite el decálogo y el código de la alianza, que es el compromiso del pueblo con su Dios.
Yahvé no admite ningún dios rival. Es un Dios celoso que pide cuenta de las transgresiones a los que le odian, pero muestra misericordia con los que le aman y observan sus mandamientos.
La salida de Egipto se cierra con la entrada en la tierra prometida, que no es para vivir relajadamente, es para trabajarla, y Dios les regala la tierra y lo necesario para que fructifique. Al ser herencia recibida de Dios se debe conservar, cuidar y proteger.
Dios es el Dios de Israel, el que los sacó de Egipto para hacer alianza en el Sinaí. Israel se constituye como pueblo de Dios en el Sinaí.
La idea de Yahvé como Dios de Israel y de éste como pueblo de Dios constituye la fórmula central de la alianza.
La relación entre ambos tiene como base el amor de Dios, que por pura iniciativa suya eligió a Israel como pueblo de su propiedad personal. Por eso Dios interviene ante su pueblo con exhortaciones, amonestaciones y castigos, que han ido en aumento hasta desembocar en la destrucción de Jerusalén.
Pero la palabra de Dios se cumple siempre; la promesa de la casa de David está vigente. El futuro del pueblo se halla en las manos del Señor. La entrada de Israel en la tierra fue don suyo y la vuelta a la misma habría de interpretarse como pura gracia de Dios. 
La caída de Jerusalén y el destierro son consecuencia de las continúas infidelidades de Israel a la ley del Señor. 
La relación constante entre Dios y su pueblo se manifiesta en la retribución. Dios aparece como justo juez, que premia y castiga. Israel ha de mantenerse fiel al Señor y ser reverente en el culto que le tributa.
El Dios de los profetas es el Dios que habla por su boca. De ahí, la fórmula de mensajero, con que se abre a menudo el mensaje profético: "así dice Yahvé".
La palabra de Dios son los oráculos de condena y de salvación, es la denuncia profética y la invitación a la conversión.
Los profetas se esfuerzan por mostrar que Yahvé es el verdadero Dios de Israel, denuncian la injusticia social, presentan a Yahvé como el marido y a Israel la esposa infiel a la que perdona y promete volver a desposarla para siempre, describen a Yahvé como un padre que rodea de ternura y cariño a su hijo Israel, aparece como santo, como rey y señor de los ejércitos cuya gloria llena toda la tierra.
Yahvé castiga y condena el pecado de Israel, pero antes invita a la conversión y ofrece su perdón.
Aparecen oráculos de condena en los que Dios aparece como juez soberano, que interviene en los acontecimientos del mundo, y oráculos de salvación, entre los que destaca el anuncio de la nueva alianza de Dios con su pueblo.
Se habla de Dios como creador y salvador. Su poder creador se pone al servicio de su plan salvador, su amor no se limita a Israel, sino que se extiende a todos los seres.
El Dios de los profetas es polifacético. Cada profeta destaca rasgos particulares de Dios. Es el Dios por el que ellos se han dejado seducir, el Dios que ha transformado su vida y que han transmitido en su mensaje.
Los profetas, más que hablar del ser mismo de Dios, hablan de la actuación de Dios en la historia. Así van saliendo una serie de atributos divinos (celoso, santo, misericordioso, eterno…), títulos y funciones de Dios (creador, esposo, juez, padre, salvador…), así como también imágenes verbales (león, cazador, médico, pastor…).
Los salmistas tienen conciencia de su pertenencia al pueblo de Dios, se sienten hijos de Dios, de ahí, que acudan a Él llenos de confianza, bien sea para alabarlo o para pedirle algo.
La intervención de Dios es siempre liberadora y devuelve la alegría y la seguridad al orante, que a menudo expresa su comunión con Dios.
 

EL DIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO III



Afirmaciones que se hacen sobre Dios en el Antiguo Testamento: En primer lugar Dios aparece como uno y único: “escucha Israel, Yahvé es nuestro Dios, es único, amarás  a Dios con todo tu corazón, todas tus fuerzas…”
Israel no tolera adoración a otros dioses. Está en una lucha constante contra el politeísmo.
Elías lucha por distanciar a Yahvé de los Baales, diciendo que Dios es el totalmente otro y exclusivamente uno, y lo antepone a los otros dioses. Isaías anuncia un monoteísmo que ya se ha hecho consciente: sólo Yahvé es Dios, no hay Dios justo ni salvador fuera de mí, dice el Señor.
En segundo lugar aparece la Santidad de Dios: Dios trasciende todas las cosas, es infinito y absoluto. Esta realidad distinta, grande, otra, diferente… se expresa con la palabra santo.
Eso lleva al pueblo de Israel a tener conciencia de la supremacía de Dios con respecto al mundo.
El señorío de Dios sobre el mundo trasciende el tiempo y el espacio. Dios es eterno. Frente al mundo, Dios es el inalcanzable y el totalmente otro.
La propiedad esencial de Dios es ser santo. Pero su santidad no es sólo estar en una realidad totalmente otra, no es sólo porque no sea pecador ni criatura, sino por su amor, por la inconcebible fuerza del amor con que se entrega.
En tercer lugar aparece en el Antiguo Testamento el nombre de Dios. El nombre para los hebreos es parte integrante de la persona; responde a la esencia del objeto nombrado y la revela.
Dios ofrece su nombre, como una muestra de cercanía. El nombre ocupa el lugar que en otros cultos tiene la imagen.
El primer nombre que aparece es El o Eloín, que significa poder, gloria, majestad, fortaleza… Israel recoge este nombre de los pueblos y religiones vecinos pero le da un giro personal, habla del Dios de nuestros padres, del Dios de Abrahán… es un Dios que se relaciona o vincula con personas.
Otra expresión de Dios es Adonai, es el Señor que ha creado el pueblo, lo posee y lo conduce.
El nombre principal que se le da a Dios en el Antiguo Testamento es Yahvé. Es la manera más habitual de llamar a Dios. Yahvé lo han traducido como “yo soy el que soy”. Dios les dice eso para no decirles quien es, para que no intenten atraparlo, pues Dios es más grande que todo.
En cuarto lugar, el Dios que aparece en el Antiguo Testamento es el Dios de la Alianza, ya que la historia de la salvación es una historia de las alianzas de Dios con la humanidad.
La Alianza es una promesa solemne de Dios que se compromete a ser nuestro Dios, y nosotros su pueblo, para ser acompañados en toda la historia.
Dios le pide a su pueblo un acompañamiento y ordenamiento de la vida, esto aparece en el decálogo. Las tablas de la ley son las tablas de la alianza.
El Señor de la Alianza exige incondicionalidad, no quiere que lo compartan. Pero al mismo tiempo es un Dios misericordioso y fiel con su pueblo. Cuando el pueblo de Israel es infiel, Dios sigue manteniendo su fidelidad y perdón.
Dios se relaciona con los hombres personalmente, a través de la Alianza.
El Dios único y santo que nos trasciende, que hace alianza con nosotros y nos da su nombre, se nos acerca y nos santifica.
En el Antiguo Testamento aparece mucho el Espíritu de Dios. El Espíritu como aquella fuerza activa y móvil de Dios que actúa, salva, guía…
Nos habla de la acción de Dios que actúa en los profetas, en los jueces y en los reyes, que son poseídos por el Espíritu y alcanzan victorias o proclaman la Palabra de Dios o gobiernan.
Cuando el pueblo vuelve del destierro, el Espíritu es para todo el pueblo. Es la renovación de la Alianza: os daré un corazón de carne y escribiré mi ley en vuestros corazones, el Espíritu se ofrece a todos.
Por último, en el Antiguo Testamento, en contadas ocasiones se aplica a Dios el nombre de padre, se le compara con la ternura de un padre, o con la forma de corregir de un padre.
Con esta negativa a usar la palabra padre nos quiere decir que Dios está en otro nivel de realidad, que trasciende de estas relaciones, que está más allá de los sexos.