martes, 9 de octubre de 2012

DIGNIDAD



Todo hombre, por el hecho de serlo, participa de una común dignidad que le permite llegar a ser lo que está llamado a ser: a la verdad de la persona.
Cuando pensamos por qué el hombre es digno, llega un momento en que la razón no puede profundizar más y hay que recurrir a la revelación, y descubrimos que el hombre posee un valor absoluto en sí mismo al ser imagen y semejanza de su creador.
El hombre es un valor absoluto porque es uno y único en su relación con Dios. Dios nos ama como únicos y quiere al hombre como fin, para ese amor le ha creado como uno y único.
La dignidad no la pueden tener unos sí y otros no. El valor descansa en todo hombre en tanto que es hombre, porque su humanidad es ya imagen divina.
El hombre es un ser unitario, no es sólo cuerpo o espíritu, es una unidad, y nos reconocemos como cuerpo y espíritu viviendo.
Una vez que nos hemos reconocido, decimos que la vida nos es dada y nos preguntamos sobre su inicio, ya que lo que está al principio es lo que va a dar sentido a la vida.
Y así, creemos que el inicio de nuestra vida es un acto creador de amor, por lo que si nuestra vida tiene un principio de amor, tendrá un fin de amor.
De las opciones del origen del hombre, la más racional es la que dice que somos criaturas salidas de un acto de amor, llevando la imagen de nuestro creador. El creador se manifiesta en lo creado.
Vemos que el hombre es un ser relacional, y como tal se relaciona constitutivamente con Dios. Es una relación que existe por sí misma porque el hombre ha sido creado por Dios.
Por eso, la vida del hombre es una pregunta y una búsqueda de su creador, y entonces es cuando el hombre descubre que es capaz de Dios.
En la relación con Dios radica la dignidad más alta del hombre. El hombre al tener conciencia de ser creado, busca e intenta dialogar con el que es principio de su existencia.
El hombre también se relaciona con los otros, y esto posibilita que se reconozca y sepa quien es. Y además se relaciona con la creación, que es la que hace posible la alianza con Dios y la relación con los otros.
El hombre se hace disponible, se relaciona y dialoga siendo libre, es digno.
Para reflexionar:
¿Dónde radica la dignidad del ser humano?
¿Se puede ser más o menos digno?
¿Podemos perder la dignidad?

lunes, 1 de octubre de 2012

VOLUNTARIOS DE CÁRITAS



Para ser voluntario de cáritas hay que ser cristiano, pues para tener caridad hay que amar como Dios ama, y esto es una gracia que se nos da cuando somos bautizados. 
Por el bautismo quedamos transformados y unidos a Jesucristo (cristificados), de forma que asimilamos el ser personal de Jesús y tenemos sus mismos sentimientos e igual actitud.
Por eso el voluntario de cáritas siente y actúa igual que Jesús, que es el buen samaritano que se acerca al pobre, al ciego, al pecador… para curar las heridas que puedan tener. 
El voluntario pertenece a una comunidad parroquial para vivir la fe, la esperanza y la caridad, por tanto, debe ser consciente que la acción caritativa está en la comunidad. Todo lo que hace es desde su comunidad parroquial, pues es en donde vive el servicio a los pobres como un proceso de seguimiento a Jesús.
Vive el compromiso de servicio a los pobres como un encargo de la comunidad que ha asumido el amor y predilección por los pobres.
La acción caritativa que desarrolla el voluntario, más que una opción personal es una llamada que se recibe de parte de Dios para seguir a Jesús.
También se debe tener en cuenta que la práctica de la caridad no son sólo decisiones y actos personales del voluntario, sino que hay también una acción del Espíritu Santo que habita en él.
Es necesario que el voluntario de cáritas posea unos rasgos que lo identifiquen como tal: debe tener experiencia de compartir, vivir con austeridad y sencillez, ser cercano a los pobres, estar disponible a la voluntad de Dios, ser generoso y entregarse desinteresadamente.
Además, debe tener el hábito de la oración, y saber que su misión de compromiso con los pobres es un don y un encargo de Dios.
Los grupos de cáritas necesitan mucha oración para ver las cosas con los ojos de Dios y, además de atender y acompañar a los pobres, han de reunirse periódicamente para formarse y revisar lo que van haciendo a la luz del evangelio.
Estos grupos deben realizar una labor informativa y formadora en la comunidad cristiana, pues la respuesta a los pobres es de toda la parroquia.
Se deben buscar más medios, más voluntarios, mejor organización… pero ante todo más fe, más comunicación y confianza con Dios.
Si estamos unidos a Cristo, actuaremos como Él, y cáritas será la acción de Jesucristo en nuestro mundo. Él es el protagonista y los demás sus colaboradores.
Para reflexionar:
¿Quién es el que decide ser voluntario de cáritas?
¿Se puede trabajar en cáritas con cualquier identidad personal?
¿Qué es lo más necesario en los grupos de cáritas?

martes, 25 de septiembre de 2012

FUNDAMENTO TEOLÓGICO DE CÁRITAS



Los cristianos tenemos una vida y fin sobrenaturales que nos lleva a trabajar por amor a Dios y para gloria de Dios (manifestar la bondad de Dios unidos a Cristo). Estos son fines distintos a los de los que no pertenecen a la Iglesia, y es la diferencia entre cáritas y otras ONGs.
La caridad nos la da Dios, nos da su amor. Dios ha amado primero y ese amor nos lleva a amar a Dios, y al prójimo en Dios.
Caridad es participar del mismo amor de Dios, es amar con amor divino. Esto es posible porque por el bautismo hemos sido elevados a participar de la vida de la Trinidad, y esto hace que nuestro pensar y querer se transformen en el pensar y querer de Dios. Nos transformamos en personas nuevas que aman.
El amor que Dios ha puesto en nosotros nos une y hace semejantes a él, nos diviniza, porque queremos lo que él quiere y amamos en su mismo amor. Este es el verdadero amor, que no es impuesto desde fuera sino que nace de nosotros.
Al poseer el amor de Dios, amamos como Dios ama, con su intensidad y con sus características, de forma superior a nuestras posibilidades humanas.
Dios quiere que permanezcamos en su amor y, con ese amor quiere que nos amemos unos a otros. Lo primero es amar a Dios, y porque amamos a Dios hacemos todo lo demás. De nada sirve distribuir nuestros bienes si no se hace impulsado por el amor de Dios. Las cosas que salen del amor, de Dios, dan grandes frutos en el mundo.
Esta unión con Dios nos hace mirar a la otra persona desde la perspectiva de Cristo y ofrecerle la mirada de amor que necesita, pues el amor y la palabra que el otro espera de nosotros es la de Cristo a través de nosotros.
El amor de Dios es la meta, el por qué de todas nuestras acciones, por ello debemos hacerlo todo con caridad porque si no, no vale de nada. Dios nos examinará del amor.
No podemos amar a Dios a quien no vemos si no amamos al hermano al que vemos. Amor a Dios y al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. La caridad es una, y es la que nos hace vivir la vida de Dios. La santidad está en la perfección de la caridad.
Además, Cristo se hace objeto de nuestra caridad con los hermanos: Es el “lo que al otro hiciste, a mí me lo hiciste”.
La caridad se ejercita en medio de la sociedad para ordenar las realidades terrenas según el proyecto de Dios, busca una sociedad en la que todos nos amemos. Por eso no decimos que hay que dar al otro lo suyo, sino que nos hacemos prójimo y nos damos al otro.
Para reflexionar:
¿Por qué no nos sirve lo que se hace sin caridad?
¿Cuál es el amor verdadero?
¿Qué hacemos por los demás?

lunes, 24 de septiembre de 2012

BIENAVENTURADOS LOS PACÍFICOS



Mt 5,9: Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán ellos llamados hijos de Dios.
El Señor promete a David que le nacerá un hombre pacífico que en sus días concederá paz y tranquilidad a Israel, y que será para mí un hijo y yo seré para él un padre (1Cro 22, 9ss). Hay relación entre filiación divina y paz.
El que se presenta como Hijo de Dios debe traer paz, ya que establecer la paz es inherente a la naturaleza del ser Hijo.
En cambio, el que predica violencia nunca puede venir de Dios.
Jesús aparece como Hijo de Dios, por lo que tiene que trabajar por la paz más que nadie, es el príncipe de la paz, el que derriba todas las diferencias y establece la paz en toda la humanidad.
S. Pablo nos dice que nos reconciliemos con Dios. La enemistad con Dios es el punto de partida de toda corrupción del hombre, por lo que hay que superarla para conseguir paz.
El daño principal que podemos sufrir los humanos es separarnos de Dios, pues entonces nos desorientamos e imponemos nuestros criterios al mundo.
Si el mal de la humanidad es separarse de Dios, el principio del bien es reconciliarse con Dios, y esto produce una gran paz interior.
Sólo el hombre reconciliado con Dios puede estar también reconciliado y en armonía consigo mismo, tiene paz, y puede establecer la paz fuera de sí mismo.
Para la paz del mundo, lo primero que debemos hacer es reconciliarnos con Dios, para así tener paz, y luego con la fuerza de Dios trabajar por la paz.
En cambio, si el hombre pierde de vista a Dios fracasa la paz y predomina la violencia.
Que haya paz en el mundo es voluntad de Dios, y por tanto, tarea nuestra, pero no se puede imponer por violencia o miedo.
La promesa es que los que trabajan por la paz son llamados hijos de Dios. Estas 2 cosas van unidas esencialmente.
Esta bienaventuranza nos invita a ser y a realizar lo que el Hijo hace, para así llegar a ser hijos de Dios.
Para reflexionar:
¿Cuál es el camino para poder trabajar por la paz?
¿Transmitimos paz a los que nos rodean?
¿En nuestra vida predominan las discusiones y las disputas por imponer nuestros criterios, o la armonía y la cordialidad en el trato con los demás?

miércoles, 19 de septiembre de 2012

MILAGROS


Hoy los milagros cuestan de aceptar. Pero los historiadores reconocen que Jesús realizó obras prodigiosas o actividades portentosas. No se puede presentar la figura de Jesús sin milagros.
Jesús hizo milagros, forman parte de su misión y aclaran su misterio, ya que en ellos la gente sentía una presencia visible del poder de Dios unido a la persona de Jesús.
Los evangelios sinópticos para describir los milagros utilizan las palabras fuerza, poder, potencia…. que una fuerza poderosa salía de dentro de Jesús, es la fuerza y el poder de Dios. No explican el milagro, exponen el hecho en sí tal como lo vivió la gente. En cambio el evangelio de Juan utiliza la palabra signo para dar a entender que ese milagro tiene un significado.
El milagro es obra de Dios y es una manera de mostrar la identidad de Jesús. Por eso cuando los discípulos del Bautista le preguntan si es el Mesías, Jesús contesta que los ciegos ven, los cojos andan… Jesús alude a los milagros que son signo de su identidad mesiánica.
El milagro de la curación del paralítico es descrito en los 3 evangelios: los que llevan al paralítico entran por el tejado, se lo dejan delante de Jesús y se van, no dicen palabras.
Jesús se acerca al paralítico y le perdona los pecados, no pasa nada más. La reacción del paralítico, de los amigos y de la gente ¿cómo debió ser?, no vieron nada.
Sólo reaccionan los fariseos, que entienden perfectamente la frase de Jesús, y dicen que perdonar los pecados sólo lo puede hacer Dios.
Entonces Jesús pregunta ¿qué es más fácil perdonar o curar?, aquí está el sentido, pues añade a continuación, para que veáis que tengo poder para perdonar los pecados, te digo, levántate y vete a tu casa.
Jesús no dice que es Dios, lo dicen los fariseos, es un milagro que muestra la identidad de Jesús.
No se puede decir que milagro sea aquello que se escapa al curso ordinario o a la observación de las leyes de la naturaleza.
En el milagro, mediante la intervención inmediata y sanante de Dios, la naturaleza es potenciada y revive. Hay una intervención sobrenatural de Dios.
En el milagro Dios no realiza algo que va contra la naturaleza, sino que potencia las leyes de la naturaleza y de la creación, el milagro es un acto creador de Dios.
Si tras el milagro el ciego ve, es porque existe esa capacidad en los ojos para ver, aunque en esa persona en ese momento estaba obstaculizado. Se puede explicar científicamente por qué antes no había visión y ahora sí, lo que no se puede explicar, y por eso escapa a la ciencia, es por qué ha habido ese cambio.
El milagro siempre escapará a nuestro conocimiento, pero no se contradice ni se opone a la explicación científica.
Jesús realiza los milagros cuando la persona tiene fe, o para aumentar la fe, no los hace a las personas que no tienen fe.
Si no presupone la fe o no causa la fe, no es milagro. El milagro sirve para el que tiene fe, para el que no tiene fe lo sucedido es sólo algo sin explicación.
El mayor milagro es la fe. Pero desde la fe ya no se necesita milagro. La fe cura, la fe es milagrosa.
Para reflexionar:
¿Somos capaces de captar las intervenciones sobrenaturales de Dios en nuestra vida?
Con la fe ¿somos capaces de ver milagros en nuestra vida cotidiana?
¿Pensamos que si se dieran más milagros se tendría más fe?

lunes, 17 de septiembre de 2012

LITURGIA


La salvación del hombre, proyectada y revelada por Dios Padre es un misterio, primero fue anunciada y preparada por los profetas, luego se cumple en Cristo, para posteriormente darse a conocer por la predicación de los apóstoles a través de la Iglesia, gracias a la acción del Espíritu Santo.
La liturgia la comprendemos mejor desde esta perspectiva, ya que estamos en la tercera y definitiva etapa de la historia de la salvación, en el tiempo de la Iglesia o del Espíritu Santo, donde Cristo manifiesta, hace presente y comunica su salvación.
En este tiempo, la presencia de la salvación en medio de los hombres no cesa, y se produce mediante la fe y la incorporación personal al misterio de Cristo por medio de los sacramentos.
Igual que Cristo fue enviado por el Padre, él mismo envió a los apóstoles para que realizaran la obra de salvación mediante los sacramentos: mediaciones por las que actúa y se hace presente Cristo resucitado.
El Cristo que realiza la salvación está presente y actuando en la liturgia, confiere a esta una eficacia salvadora. La Iglesia anuncia y realiza la salvación, hace lo mismo que hizo Jesucristo.
Cristo instituye el memorial de su muerte y resurrección para redimirnos, se lo entrega a la Iglesia, y en ella, el Espíritu Santo nos descubre el significado salvífico de este misterio, lo hace presente, y nos introduce en él a través de la liturgia.
En cada celebración litúrgica, la muerte y resurrección de Jesús que ocurrió de una vez para siempre, se hace memorial: se actualiza y se hace presente ese acontecimiento a través de los sacramentos, y toda la Iglesia ejerce el culto público íntegro a Dios.
Basta la fe y la celebración de la Iglesia para entrar en esa corriente de salvación.
La liturgia no son ceremonias o ritos externos, sino que nos lleva a contemplar y celebrar el misterio pascual de Cristo, y su finalidad es la santificación de los hombres y el culto al Padre.
La liturgia es la presencia de la salvación en la historia, ya que a través de los sacramentos nos inserta en el misterio pascual de Cristo, que es lo que nos redime y nos salva.
Para reflexionar:
¿Somos conscientes que la Iglesia a través de la liturgia (leer la Palabra, orar, consagrar…) hace presente el misterio pascual de Cristo (su muerte y resurrección), que es lo que nos salva?
¿Vemos a través de los signos litúrgicos la manifestación visible de Cristo que sigue actuando en los sacramentos?
¿Nos lleva la liturgia a nuestra santificación: participar de la vida de Dios, estar en comunión con Él?
Si la Iglesia realiza la salvación por estar Cristo actuando en ella por la acción del Espíritu Santo ¿fuera de la Iglesia hay salvación?

sábado, 15 de septiembre de 2012

MISERICORDIA


Lc 17,11-19: Jesús va de Galilea a Jerusalén, se le acercan 10 leprosos y le dicen a distancia: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.
Jesús les dice que vayan a presentarse a los sacerdotes, y de camino quedan limpios. Uno, al verse curado, se volvió a Jesús a darle las gracias. A este le dice: vete tu fe te ha salvado.
Los leprosos le piden a Jesús compasión.
La compasión es un sentimiento por medio del cual nos ponemos en el lugar del que sufre y compartimos su dolor. Es sentir dolor por el sufrimiento que estamos viendo, padecer con el que sufre.
Los leprosos le piden a Jesús compasión porque esperan algo de él (limosna, comida…). La fe que tienen en Jesús no llega a más.
Jesús no se limita a compadecerse, tiene misericordia.
La misericordia se da cuando actuamos al sentir compasión. Es activa, es la compasión en acción, el amor puesto en práctica.
Jesús siente compasión y actúa con misericordia. Ante esa situación, al sentirse conmovido, entra en acción y trata de cambiar la situación.
Los leprosos tras el encuentro con Jesús quedan limpios, pero sólo uno se ve curado, éste vuelve alabando a Dios, y se echa a los pies de Jesús dándole las gracias.
El curado ha visto la presencia y la misericordia de Dios que le curó y perdonó, por eso vuelve para dar gracias a Jesús al que reconoce como Mesías. Pero no sólo ha quedado limpio y curado, ha quedado salvado al reconocer el auténtico salvador.
Mt 18, 23-35: Mateo cuenta la parábola del siervo al que se le perdona toda la deuda y él no es capaz de perdonar una cantidad pequeña. El dueño cuando se entera de esto, lo mete en la cárcel hasta que pague todo. Esto lo argumenta Mateo diciendo: ¿no debiste tener compasión con tu hermano como la tuve yo contigo?
El cristiano parte de la experiencia de haber sido perdonado de su vida pasada sin haber hecho méritos, ha sido transformado en una criatura nueva.
Dios empieza por darnos la misericordia que nos lo perdona todo, y cuando ya la tenemos, quiere que la practiquemos con los demás, que sea una actitud permanente en nuestras vidas.
Por eso, en el juicio final se nos juzgará de la misericordia que hayamos practicado con los demás.
El misericordioso es el que se conmueve por dentro ante las necesidades de los demás y le ayuda.
Por misericordia Dios Padre pone en su corazón nuestras miserias, y quiere que nosotros actuemos igual, que hagamos nuestras las miserias y sufrimientos de los demás, sintamos compasión y actuemos para ayudar a cambiar esa situación de sufrimiento.
Para reflexionar:
Sin sentirnos amados y perdonados, difícilmente podremos amar y perdonar ¿Percibimos la misericordia de Dios, su actitud constante de amor y perdón hacia nosotros?
El sufrimiento ajeno ¿lo vivimos como propio? ¿nos conmovemos de forma que llegamos a padecer con el que sufre?
Lo que hacemos por los demás ¿es siempre por amor?
Si tuviésemos compasión y misericordia ¿también nosotros curaríamos y salvaríamos?