sábado, 15 de septiembre de 2012

MISERICORDIA


Lc 17,11-19: Jesús va de Galilea a Jerusalén, se le acercan 10 leprosos y le dicen a distancia: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.
Jesús les dice que vayan a presentarse a los sacerdotes, y de camino quedan limpios. Uno, al verse curado, se volvió a Jesús a darle las gracias. A este le dice: vete tu fe te ha salvado.
Los leprosos le piden a Jesús compasión.
La compasión es un sentimiento por medio del cual nos ponemos en el lugar del que sufre y compartimos su dolor. Es sentir dolor por el sufrimiento que estamos viendo, padecer con el que sufre.
Los leprosos le piden a Jesús compasión porque esperan algo de él (limosna, comida…). La fe que tienen en Jesús no llega a más.
Jesús no se limita a compadecerse, tiene misericordia.
La misericordia se da cuando actuamos al sentir compasión. Es activa, es la compasión en acción, el amor puesto en práctica.
Jesús siente compasión y actúa con misericordia. Ante esa situación, al sentirse conmovido, entra en acción y trata de cambiar la situación.
Los leprosos tras el encuentro con Jesús quedan limpios, pero sólo uno se ve curado, éste vuelve alabando a Dios, y se echa a los pies de Jesús dándole las gracias.
El curado ha visto la presencia y la misericordia de Dios que le curó y perdonó, por eso vuelve para dar gracias a Jesús al que reconoce como Mesías. Pero no sólo ha quedado limpio y curado, ha quedado salvado al reconocer el auténtico salvador.
Mt 18, 23-35: Mateo cuenta la parábola del siervo al que se le perdona toda la deuda y él no es capaz de perdonar una cantidad pequeña. El dueño cuando se entera de esto, lo mete en la cárcel hasta que pague todo. Esto lo argumenta Mateo diciendo: ¿no debiste tener compasión con tu hermano como la tuve yo contigo?
El cristiano parte de la experiencia de haber sido perdonado de su vida pasada sin haber hecho méritos, ha sido transformado en una criatura nueva.
Dios empieza por darnos la misericordia que nos lo perdona todo, y cuando ya la tenemos, quiere que la practiquemos con los demás, que sea una actitud permanente en nuestras vidas.
Por eso, en el juicio final se nos juzgará de la misericordia que hayamos practicado con los demás.
El misericordioso es el que se conmueve por dentro ante las necesidades de los demás y le ayuda.
Por misericordia Dios Padre pone en su corazón nuestras miserias, y quiere que nosotros actuemos igual, que hagamos nuestras las miserias y sufrimientos de los demás, sintamos compasión y actuemos para ayudar a cambiar esa situación de sufrimiento.
Para reflexionar:
Sin sentirnos amados y perdonados, difícilmente podremos amar y perdonar ¿Percibimos la misericordia de Dios, su actitud constante de amor y perdón hacia nosotros?
El sufrimiento ajeno ¿lo vivimos como propio? ¿nos conmovemos de forma que llegamos a padecer con el que sufre?
Lo que hacemos por los demás ¿es siempre por amor?
Si tuviésemos compasión y misericordia ¿también nosotros curaríamos y salvaríamos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario