Lc
17,11-19: Jesús va de Galilea a Jerusalén, se le acercan 10 leprosos y le dicen
a distancia: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.
Jesús
les dice que vayan a presentarse a los sacerdotes, y de camino quedan limpios. Uno,
al verse curado, se volvió a Jesús a darle las gracias. A este le dice: vete tu
fe te ha salvado.
Los
leprosos le piden a Jesús compasión.
La
compasión es un sentimiento por medio del cual nos ponemos en el lugar del que
sufre y compartimos su dolor. Es sentir dolor por el sufrimiento que estamos viendo,
padecer con el que sufre.
Los
leprosos le piden a Jesús compasión porque esperan algo de él (limosna,
comida…). La fe que tienen en Jesús no llega a más.
Jesús
no se limita a compadecerse, tiene misericordia.
La
misericordia se da cuando actuamos al sentir compasión. Es activa, es la
compasión en acción, el amor puesto en práctica.
Jesús
siente compasión y actúa con misericordia. Ante esa situación, al sentirse
conmovido, entra en acción y trata de cambiar la situación.
Los
leprosos tras el encuentro con Jesús quedan limpios, pero sólo uno se ve
curado, éste vuelve alabando a Dios, y se echa a los pies de Jesús dándole las
gracias.
El
curado ha visto la presencia y la misericordia de Dios que le curó y perdonó,
por eso vuelve para dar gracias a Jesús al que reconoce como Mesías. Pero no
sólo ha quedado limpio y curado, ha quedado salvado al reconocer el auténtico
salvador.
Mt
18, 23-35: Mateo cuenta la parábola del siervo al que se le perdona toda la
deuda y él no es capaz de perdonar una cantidad pequeña. El dueño cuando se
entera de esto, lo mete en la cárcel hasta que pague todo. Esto lo argumenta
Mateo diciendo: ¿no debiste tener compasión con tu hermano como la tuve yo
contigo?
El
cristiano parte de la experiencia de haber sido perdonado de su vida pasada
sin haber hecho méritos, ha sido transformado en una criatura nueva.
Dios
empieza por darnos la misericordia que nos lo perdona todo, y cuando ya la
tenemos, quiere que la practiquemos con los demás, que sea una actitud permanente
en nuestras vidas.
Por
eso, en el juicio final se nos juzgará de la misericordia que hayamos
practicado con los demás.
El
misericordioso es el que se conmueve por dentro ante las necesidades de los
demás y le ayuda.
Por
misericordia Dios Padre pone en su corazón nuestras miserias, y quiere que
nosotros actuemos igual, que hagamos nuestras las miserias y sufrimientos de
los demás, sintamos compasión y actuemos para ayudar a cambiar esa situación de sufrimiento.
Para
reflexionar:
Sin
sentirnos amados y perdonados, difícilmente podremos amar y perdonar
¿Percibimos la misericordia de Dios, su actitud constante de amor y perdón
hacia nosotros?
El
sufrimiento ajeno ¿lo vivimos como propio? ¿nos conmovemos de forma que
llegamos a padecer con el que sufre?
Lo
que hacemos por los demás ¿es siempre por amor?
Si
tuviésemos compasión y misericordia ¿también nosotros curaríamos y salvaríamos?
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