El mundo actual, con sus valores, no se detiene a
analizar las bienaventuranzas, y en caso de hacerlo, dice que es un programa
para fracasados.
El mundo tiene otra mirada, mide las cosas con otro
rasero.
Los que van con Jesús son gente pobre, sin
importancia, sin peso ni poder en la sociedad. Son los pobres, los que lloran…
y a ellos los podemos mirar con los ojos del mundo o con los de Jesús.
El mundo sigue al poder, al prestigio social, al
dinero… estos criterios que establece el mundo Jesús los cambia, y presenta una nueva escala de valores.
Con las bienaventuranzas Jesús realiza una
inversión de los valores, que para nosotros sólo será posible seguirlos si
nuestro valor máximo es Cristo.
Estos nuevos criterios de Jesús aparecen en las
bienaventuranzas, que no se imponen, se proponen.
Con Jesús entra la alegría en el mundo, pero de
otra manera.
Jesús enseña a vivir según las bienaventuranzas, es
como quiere que vivamos, y vendrá a juzgar a todos los hombres según lo que
enseñó en el sermón del monte.
En el juicio final Dios nos juzgará de la
misericordia que hayamos practicado con los demás y que Jesús nos enseñó en el
sermón del monte.
Las bienaventuranzas son una ética de máximos,
propuestas de felicidad. Es la llamada de Jesús al seguimiento para poder
alcanzar la felicidad máxima. Es la propuesta de felicidad que Dios nos da a
través de Jesucristo. Nos lleva a una moral que se funda en el amor, en la caridad.
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