viernes, 20 de julio de 2012

CARIDAD


Caridad es más que amor, pues el amor es natural y la caridad sobrenatural, amor divino.
La fuente de la caridad es sobrenatural, porque es participar del mismo amor de Dios.
Por el bautismo participamos de la gracia de Cristo, recibimos la vida del Espíritu Santo que nos da la caridad, que es amar con amor divino, ya que hemos sido elevados a participar de la vida de la Trinidad.
La vida de la Trinidad que se nos da por el bautismo, hace que nuestro pensar y querer se transformen en el pensar y querer de Dios, y así nos transformamos en personas que aman.
La caridad nos la da Dios, es Dios quien nos da el mandamiento nuevo, nos da su amor.
Por ello, poseemos el amor de Dios y amamos como Dios ama, con su intensidad y con sus características. Nos permite amar en medida superior a nuestras posibilidades humanas, no con la perfección que Él lo hace, pero sí con el estilo que Él tiene.
El que lleva la gracia de Dios dará frutos abundantes, pues es Dios quien actúa, ya que amamos como Dios ama.
La caridad se ejercita en medio de la sociedad para ordenar las realidades terrenas según el proyecto de Dios, busca una sociedad en la que todos nos amemos.
Cuando hablamos de caridad no decimos dar al otro lo suyo, sino que nos hacemos prójimo, me hago el otro, me doy al otro.
La única virtud que traspasa el umbral de la muerte es la caridad (la fe y la esperanza se quedan aquí).
El amor de Dios es la meta, el por qué de todas nuestras acciones. Por ello debemos hacerlo todo con caridad, porque si no, no vale de nada. Dios nos examinará del amor.
El verdadero amor está en la conformidad de nuestra voluntad con la voluntad de Dios, en querer lo que Dios quiere, unirnos a la voluntad de Dios.
Amor a Dios y al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. La caridad es una.
Dios ha amado primero y este amor se lanza y nos lleva a amar a Dios y al prójimo en Dios. No podemos amar a Dios a quien no vemos si no amamos al hermano al que vemos.
El amor que Dios nos ha dado nos une y nos hace semejantes a Él. Nos diviniza y así, queremos lo que Él quiere y amamos en su mismo amor.

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