Con el Vaticano II pasamos a una comprensión
teológica de la Iglesia
como misterio, donde los elementos invisibles (la comunión con Cristo y con el
Espíritu Santo) son constitutivos de la
Iglesia.
Hay 2 aspectos esenciales que forman parte de la Iglesia, lo divino y lo
humano, lo invisible y lo visible.
Las realidades eclesiales humanas y visibles, han de ser contempladas como la expresión y realización en la historia de los hombres, de su dimensión sobrenatural e invisible.
Las realidades eclesiales humanas y visibles, han de ser contempladas como la expresión y realización en la historia de los hombres, de su dimensión sobrenatural e invisible.
Por ello, los parámetros científicos, empíricos,
sociológicos… resultan inadecuados para comprender el ser de la Iglesia. Sólo desde
la fe podemos acercarnos a comprender el misterio de la Iglesia.
En el Vaticano II toma importancia “pueblo de Dios”
para designar a la Iglesia.
Valora primero lo que es común a todos, lo que nos
hace iguales, lo que somos: estar bautizados, ser cristianos por la gracia de
Dios, que es lo que nos incorpora a la familia de los hijos de Dios (a la Iglesia); y luego vienen
los carismas y ministerios: lo que cada uno tiene que hacer.
Por tanto, la Iglesia es un pueblo de iguales estructurado
ministerialmente, al que se pertenece por la fe y el bautismo, en el que todos
somos necesarios para su vida y su misión.
En la
Iglesia participamos de las 3 funciones de Cristo: sacerdote,
profeta y rey; tiene una ley nueva: amar como Cristo amó; y su destino final es
el Reino de Dios.
Además, es un pueblo de llamados por Dios, procede
de arriba, de la elección, alianza y misión. No nace de la voluntad de los
hombres, no es una sociedad que pueda ser juzgada con categorías humanas.
Este pueblo es instrumento de la redención
universal, es enviado para ser luz del mundo y sal de la tierra.
La Iglesia es comunidad, ya que todos sus miembros en sus
vocaciones particulares, tienen que desempeñar un papel activo en la vida y
culto de la Iglesia.
Formamos una misma familia.
Si la iglesia no fuese voluntad de los hombres no hubiese cometido aberraciones a lo largo de la historia. A veces la luz se apaga y la sal se vuelve sosa y eso es por causa de los hombres.
ResponderEliminar