Con el bautismo quedamos inmersos en Cristo y recibimos
una nueva identidad del ser, un nuevo ser, ya que recibimos la vida de Dios y
participamos de todo lo que es Cristo.
El bautismo nos une a Jesucristo, somos un ser en
Cristo, por lo que tenemos los mismos sentimientos que Jesús. Pensamos, esperamos y amamos como Cristo
(se tienen las virtudes teologales).
Es una nueva creación de nuestra vida, somos una
criatura nueva. Estar en Cristo es una nueva creación. Lo que renace del
bautismo es otro Cristo, un cristiano. Hoy Jesús vive en sus miembros.
El bautismo nos transforma ontológicamente (se
transforma nuestro ser), morimos al hombre viejo y
resucitamos al hombre nuevo espiritual.
Por el bautismo somos liberados del pecado y
participamos de la Trinidad,
por ello, formamos parte de la familia de Dios, somos miembros de la
comunidad de los salvados, adquiriendo los derechos y obligaciones propias de
los cristianos.
Dios nos quiere hacer
llegar su misma vida, nos llama a todos a vivir en su familia. Y es el
bautismo el que nos inserta en la familia de Dios, en la Iglesia. Estamos
en comunión con Cristo y con la
Iglesia.
Dios a través del bautismo nos hace hijos suyos, es una adopción real, por lo que tenemos que vivir como
hijos de Dios: que su vida de vida a lo que hacemos.
El bautismo significa y realiza la unión del
creyente con Cristo y con los demás hermanos.
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