Para remediar las injusticias y desigualdades
sociales, hay quien busca ser solidario como una opción personal.
Pero, ¿es la solidaridad una opción personal?
¿podemos decidir ser o no ser solidarios?
La solidaridad busca constitutivamente el bien de
los demás. Cada uno busca el bien de los demás como si fuera su propio bien, es
una determinación firme y permanente de empeñarse en la consecución del bien
común.
Por ello, no es optativo ser solidario, sino que se
convierte para nosotros en una obligación moral que se expresa en un compromiso
comunitario.
El fundamento humano de la solidaridad nos remite
al hombre que está relacionado con los demás hombres por el mero hecho de ser
hombre.
Pero la solidaridad también tiene un fundamento
cristiano, pues en Cristo se desborda la solidaridad.
Jesús nos dice que todo lo que hacemos a los demás,
a él se lo hacemos. Pero da un paso más, es el "amaros como yo os he amado", esto
es la solidaridad plena, amar a las demás personas como Cristo nos ama. Y
Cristo nos ama muriendo por nosotros, es un amor radical.
La expresión solidaria por antonomasia es dar la
vida por el otro.
La solidaridad no es un sustituto de la justicia,
es más que dar a cada uno lo suyo, y tampoco es un sentimiento ocasional u
opcional.
La solidaridad se expresa con un compromiso por los
demás, en especial por los más pobres, y en ocasiones puede comportar la subordinación
de los intereses personales a los de la colectividad.
Los cristianos, fieles al evangelio, tenemos como
objetivo crear condiciones para que el hombre lleve una vida digna. Este es el
objetivo de la solidaridad, que cada hombre llegue a ser lo que es.
La solidaridad en este mundo es una utopía, pues siempre esconde algún tipo de interés.
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