El Papa Benedicto XII en el S. XIV afirmaba que,
las almas de los justos que no tienen nada que purgar pasan directamente a la
vida eterna después de la muerte. Las almas de los que mueren en pecado mortal
van al infierno directamente.
Habla de 3 estados, pues los justos pueden morir
sin nada que purgar o con algo que purgar.
Se supone que la purificación tiene lugar después
de la muerte, es transitoria, y una vez terminado de purgar las penas, se pasa al
cielo.
Interpretación
del purgatorio: Toda la vida
estamos deseando ser mejores, tenemos sed de plenitud personal, queremos ser
algo más de lo que somos, estamos insatisfechos, y descubrimos nuestros
defectos y limitaciones. Vamos creciendo y nos vamos viendo inmaduros.
Esa conciencia de que tenemos inmadurez crea una
tensión.
Esta tensión la describe S. Pablo: veo el bien y
quiero hacerlo, pero hago lo contrario de lo que deseo…
En la vida tomamos decisiones, y hemos decidido
orientarla a Jesús, nos consideramos cristianos, seguidores de Jesús. Pero eso
lo compaginamos con una disposición al pecado, y ese hábito de pecar hay que
curarlo.
Queremos ser santos y puros
y no lo conseguimos, estamos insatisfechos y en fase de maduración.
La madurez cristiana se da cuando todo nuestro ser, con todas las inclinaciones y facultades, estén orientadas a Dios.
La madurez cristiana se da cuando todo nuestro ser, con todas las inclinaciones y facultades, estén orientadas a Dios.
Por tanto, si morimos sin haber conseguido esa
maduración, debemos pasar por un estado que complete esa madurez o purificación,
y así conseguir la limpieza de corazón.
Si esta madurez no se consigue en este mundo, en el
purgatorio se nos da la oportunidad de centrar todas las dimensiones de nuestro
ser en una única opción fundamental por Cristo.
El tiempo de purificación sirve para dejar esos
hábitos malos y tener un corazón libre.
Cuando una persona se pone en manos de Dios, con la
ayuda de la gracia se va purificando y convirtiendo en santa, pero si se muere antes de que suceda eso, tiene que purificarse
pasivamente.
Acontece entonces un sufrimiento de amor (que es el
fuego del purgatorio), el querer estar con Dios y no poder. Es un sufrimiento
con esperanza.
Es un sufrimiento de impotencia por haber
malgastado la vida, y para salir de ahí se necesita la ayuda de los demás. Los
demás deben colaborar para que podamos ponernos el traje adecuado para entrar
en el cielo, es la comunión de los santos.
Para reflexionar:
Si en esta vida no hemos madurado espiritualmente
lo suficiente para anteponer a Dios a todas las demás cosas, y todavía persiste
en nosotros la inclinación al pecado, aunque estemos perdonados por la misericordia de Dios ¿podemos entrar así en el cielo o debemos
purificarnos?
¿Es importante la comunión y la intercesión entre
todos para alcanzar la vida plena con Dios?
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