Para el apostolado no hay mejor camino que el fracaso
del apóstol. Por contradictorio que parezca, para la ineficacia apostólica nada
mejor que la elaboración de minuciosos proyectos de evangelización. Obstaculizamos
los resultados cuando los buscamos directamente.
Un evangelizador debe aprender a saber esperar, pues
así comprende que la obra que debe llevar a cabo no es la suya, que es
únicamente un instrumento, y que en ningún trabajo del mundo son las
herramientas (sino los patronos) quienes deciden cómo y cuándo se realiza una
tarea.
Cualquier desdichado no tiene en este mundo más
necesidad que la presencia de alguien que le preste atención. Por eso,
escuchando, sin prisa, ya queda sembrada la semilla del evangelio.
No se puede evangelizar un pueblo al que antes no se
ha escuchado, pues el evangelizado debe sentirse siempre protagonista de la
evangelización.
Evangelizar consiste en interesarse por las historias
ajenas, pero sin anhelar que acabe pronto esa historia para enlazarla con la supuesta
y verdadera Buena Noticia.
Solo escuchar, sin aconsejar o amonestar, sin llegar a
conclusiones, es lo que Dios hace preferentemente con nosotros.
Para evangelizar hay algo fundamental: la amistad
entre el evangelizador y el evangelizado. No es posible evangelizar a nadie del
que antes no te hayas hecho amigo.
La amistad es el mejor modo de evangelización, pero de
uno mismo en primer término.
No se puede evangelizar sin antes ser evangelizado, ni
podemos dar nada meritorio si no se sabe recibir.
Evangelizar, además, no consiste en dar a alguien lo
que no tiene, sino permitir que sea él quien lo descubra por medio tuyo.
Los pobres nos evangelizan: esta es la principal
lección que aprende todo misionero tarde o temprano. Todo lo demás es
proselitismo, no apostolado.
El verdadero apostolado cristiano solo se hace desde
la debilidad, nunca desde la fuerza.
En nuestro
entorno vamos a encontrar la pobreza de los que no conocen el amor que Dios nos
tiene, ni viven bajo la luz, la amistad y el consuelo de Jesucristo; y la de
los que carecen de lo elemental para vivir dignamente. En ambas pobrezas hay
sufrimiento que nos debe llevar a la compasión por ellos; en un caso para
ofrecerles el evangelio de Cristo y que su vida tenga sentido, y en el otro para darles de comer.
Las
personas alejadas escuchan más a gusto a los que dan testimonio que a los que
enseñan. Por eso es importante evangelizar
mediante la conducta, mediante nuestra vida de fidelidad a Jesucristo en la
pobreza y la libertad frente a los poderes del mundo.
Para reflexionar:
¿Podemos
evangelizar sin escuchar o sin amistad? Solo se transmite lo que se lleva
dentro ¿qué o a quién llevamos?