miércoles, 12 de septiembre de 2012

BIENAVENTURADOS LOS POBRES EN EL ESPÍRITU


Mt 5, 3: Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dios se nos revela como el Dios de los pobres, de los desheredados, de los abandonados… Jesús ama a todos, pero se pone de parte de los desfavorecidos del mundo.
Jesús actúa así, porque Dios es así. Jesús tiene un corazón grande para amar y ama a todos, pero por exigencia del propio amor, ama más intensamente a aquél que más lo necesita.
Por eso su opción son los pobres, los que más lo necesitan.
Los profetas quieren educar a la gente para ser sencillos, humildes y obedientes delante de Dios, ya que Dios salva y libera a pobres, viudas, huérfanos, pequeños…
Israel va reconociendo que los pobres, en su humildad, están cerca del corazón de Dios, al contrario de los ricos que sólo confían en sí mismos.
Si al pobre nadie le ayuda en este mundo, dirige su mirada a Dios, de forma que quien no confía en nada más que en la fuerza salvadora de Dios, ese es el pobre de espíritu.
Pobres de espíritu son los que se abren al mensaje de Jesús: María, José, Isabel y Zacarías, los pastores de Belén, los discípulos de Jesús… gente humilde, sencilla, abierta a la llamada del Señor.
Son, como dice S. Pablo, hombres que no alardean de sus méritos ante Dios, que se saben pobres también en su interior y que aceptan con sencillez lo que Dios les da, que viven en conformidad con Dios.
Jesús expresó esto en la parábola del fariseo y el publicano. El que no presenta a Dios méritos porque no los tiene es el pobre de espíritu (el publicano), y lo que tiene es obra de Dios.
Ser niños y pobres de espíritu es lo mismo.
El ser pobre de espíritu ¿es una actitud puramente espiritual, o es material?: La pobreza de la que hablamos no es sólo un fenómeno puramente material, pues la pobreza material no salva ni es querida por Dios cuando origina sufrimiento; aunque tampoco esta pobreza es una actitud espiritual.
Son los pobres que se han hecho pobres porque no se apegan a ninguna riqueza ni se dejan esclavizar por las cosas. Comparten lo que son y lo que tienen, no guardan sus tesoros ni se encierran en sí mismos.
Es una pobreza que significa desapego, generosidad, libertad y amor, pues todo el que ama se hace pobre.
La promesa que se les da a los pobres de espíritu es que de ellos es el reino de los cielos. Esta promesa está en presente.
Esta pobreza lleva a un tipo de vida austero, humilde, solidario, en la que se hacen presentes los valores del reino: compartir, confiar, servir…
El reino de Dios es Jesús, y Jesús es de los pobres de espíritu, está con ellos. Jesús, reino de Dios, se ofrece a esta gente que le sigue.
Para reflexionar:
¿Qué nos parece que Dios sea parcial y sienta predilección por los desheredados y marginados de este mundo?
¿Si nos hacemos pobres a base de compartir y servir a los demás, ya estamos viviendo el reino de Dios?
¿Somos pobres al desprendernos de la vanidad de pensar que hacemos las cosas bien por nuestros méritos, y nos abandonamos y confiamos a Dios?

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