viernes, 27 de julio de 2012

BAUTISMO


Con el bautismo quedamos inmersos en Cristo y recibimos una nueva identidad del ser, un nuevo ser, ya que recibimos la vida de Dios y participamos de todo lo que es Cristo.
El bautismo nos une a Jesucristo, somos un ser en Cristo, por lo que tenemos los mismos sentimientos que Jesús. Pensamos, esperamos y amamos como Cristo (se tienen las virtudes teologales).
Es una nueva creación de nuestra vida, somos una criatura nueva. Estar en Cristo es una nueva creación. Lo que renace del bautismo es otro Cristo, un cristiano. Hoy Jesús vive en sus miembros.
El bautismo nos transforma ontológicamente (se transforma nuestro ser), morimos al hombre viejo y resucitamos al hombre nuevo espiritual.
Por el bautismo somos liberados del pecado y participamos de la Trinidad, por ello, formamos parte de la familia de Dios, somos miembros de la comunidad de los salvados, adquiriendo los derechos y obligaciones propias de los cristianos.
Dios nos quiere hacer llegar su misma vida, nos llama a todos a vivir en su familia. Y es el bautismo el que nos inserta en la familia de Dios, en la Iglesia. Estamos en comunión con Cristo y con la Iglesia.
Dios a través del bautismo nos hace hijos suyos, es una adopción real, por lo que tenemos que vivir como hijos de Dios: que su vida de vida a lo que hacemos.
El bautismo significa y realiza la unión del creyente con Cristo y con los demás hermanos.

jueves, 26 de julio de 2012

LA IGLESIA


Con el Vaticano II pasamos a una comprensión teológica de la Iglesia como misterio, donde los elementos invisibles (la comunión con Cristo y con el Espíritu Santo) son constitutivos de la Iglesia.
Hay 2 aspectos esenciales que forman parte de la Iglesia, lo divino y lo humano, lo invisible y lo visible.
Las realidades eclesiales humanas y visibles, han de ser contempladas como la expresión y realización en la historia de los hombres, de su dimensión sobrenatural e invisible.
Por ello, los parámetros científicos, empíricos, sociológicos… resultan inadecuados para comprender el ser de la Iglesia. Sólo desde la fe podemos acercarnos a comprender el misterio de la Iglesia.
En el Vaticano II toma importancia “pueblo de Dios” para designar a la Iglesia.
Valora primero lo que es común a todos, lo que nos hace iguales, lo que somos: estar bautizados, ser cristianos por la gracia de Dios, que es lo que nos incorpora a la familia de los hijos de Dios (a la Iglesia); y luego vienen los carismas y ministerios: lo que cada uno tiene que hacer.
Por tanto, la Iglesia es un pueblo de iguales estructurado ministerialmente, al que se pertenece por la fe y el bautismo, en el que todos somos necesarios para su vida y su misión.
En la Iglesia participamos de las 3 funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey; tiene una ley nueva: amar como Cristo amó; y su destino final es el Reino de Dios.
Además, es un pueblo de llamados por Dios, procede de arriba, de la elección, alianza y misión. No nace de la voluntad de los hombres, no es una sociedad que pueda ser juzgada con categorías humanas.
Este pueblo es instrumento de la redención universal, es enviado para ser luz del mundo y sal de la tierra.
La Iglesia es comunidad, ya que todos sus miembros en sus vocaciones particulares, tienen que desempeñar un papel activo en la vida y culto de la Iglesia. Formamos una misma familia.

miércoles, 25 de julio de 2012

ESCATOLOGÍA INTERMEDIA


La fe nos dice que Jesús, el Hijo de Dios, se hizo hombre y vino en la humildad de la carne a realizar su obra redentora.
Pero habrá una segunda venida del Señor en la Parusía, que será una venida gloriosa. El momento de la Parusía sólo lo sabe el Padre.
Ahora estamos entre la 1ª y 2ª venida de Jesús, y nos preguntamos qué pasa con los que ya han muerto ¿dónde están los que mueren entre la 1ª y 2ª venida de Jesús?
La teología católica afirma que tras la muerte hay una división de la persona, en la que una parte se corrompe (cuerpo) y otra sobrevive (alma), y que al final de los tiempos resucitaremos, y el cuerpo corrompido vuelve a la vida.
El alma de los justos, inmediatamente después de la muerte ve la divina esencia con visión intuitiva y cara a cara.
El alma es lo que sobrevive a la muerte, tiene conciencia de lo que es, conserva recuerdos, disfruta de la presencia del Señor, ya es feliz, pero está a la espera del cuerpo para gozar de la plenitud de su ser.
Por tanto, hay una primera fase, provisional, en la que las almas estarán con Dios a la espera de la segunda y definitiva fase que es la resurrección universal, en donde estará con Dios la persona completa.
Una explicación a esto la encontramos en el texto de Jesús crucificado con los 2 ladrones. Uno de ellos le dice que se acuerde de él cuando vengas en tu reino.
Jesús le responde: te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso.
El buen ladrón ese día estuvo con Jesús en el paraíso. No tuvo que esperar a la Parusía.
Jesús le dice que su espíritu estará hoy con él en el paraíso, aunque su cuerpo estará enterrado en la fosa común destinada a los malhechores.
Entre la entrada del buen ladrón en el paraíso y la Parusía hay un tiempo: es el tiempo intermedio o antropológico, distinto al tiempo físico y a la eternidad de Dios, es la escatología intermedia.
La escatología intermedia nos indica que una parte del ser del hombre sobrevive a la muerte y puede estar con Dios según su comportamiento.
En la Parusía se le someterá al Hijo todo el universo, serán derrotados todos los enemigos, y el Hijo con todo sometido a él, se lo someterá todo al Padre. Entonces acontecerá la resurrección de la carne y vendrá la vida eterna definitiva.
Hay una doble convicción de fe: a) que la resurrección de los muertos tendrá lugar en la Parusía del Señor, b) que hasta la Parusía, los que han muerto están en comunión inmediata con el Señor (los justos).
Con la resurrección de la carne tendrá lugar la vida bienaventurada plena, pero hasta entonces habrá comunión de vida con el Señor a través del alma.

lunes, 23 de julio de 2012

FE


Fe y Revelación: La fe es una virtud sobrenatural por la que creemos como verdadero aquello que Dios nos ha revelado por su autoridad.
El hombre responde al Dios que se revela con la obediencia de la fe. La única fuente de la fe es la revelación.
La revelación es acogida por la fe, puesto que si no hay alguien que cree no hay revelación. Revelación y fe son términos correlativos, complementarios, no se da el uno sin el otro.
Entrega: La fe es una entrega libre y plena al Dios que viene a nosotros, por lo que afecta a la inteligencia y voluntad, las cuales conjuntamente dan el paso hacia la fe.
Así, por la voluntad confiamos en Dios, creemos en Dios; y por la inteligencia aceptamos a Dios, creemos a Dios.
Gracia: Para profesar esta fe necesitamos la Gracia de Dios. Creer es obra de la Gracia y de la voluntad humana. El Espíritu Santo mueve el corazón y lo convierte a Dios.
Todos los pasos del hombre hacia la fe son obra de Dios.
La fe es obra del Espíritu Santo, pero es el hombre el que cree. La fe no anula al hombre. La fe es libre. Gracia y libertad se conjugan sin oponerse, todo es obra de Dios y del hombre.
Credibilidad: Dios se da a conocer en la revelación, llama al hombre y le invita a creer, dispone su corazón para que crea.
La fe es razonable porque la revelación es creíble, hay signos en la revelación de credibilidad que nos llevan a una certeza moral.
La credibilidad no obliga a creer, pues no muestra evidencia del misterio, por eso hace falta la libertad.
Dios se manifiesta en signos para que el hombre crea, es una invitación.
Los signos respetan al hombre, Dios deja en libertad al hombre para aceptar o no lo que le manifiesta. Todos los argumentos unidos hacen razonable ese paso a creer.
El principal signo de credibilidad es la vida, palabras, obras y resurrección de Jesús.
Quien tiene fe deja su voluntad y entendimiento a un lado y se apoya en la voluntad de Jesús, acepta a Jesús como norma de vida.
Obras: La fe es activa por el hecho de que la Palabra permanece operante en los creyentes. La Palabra de Dios da frutos.
La fe no es una cosa vacía, comporta un cambio de vida, un vivir contracorriente. La fe actúa por medio de las obras de amor.
Lo que salva es creer en Dios, convertirse, pero al convertirnos miramos a Dios e intentamos vivir como la fe nos dice.
La fe tiene unas consecuencias prácticas en el comportamiento humano, que se manifiesta en obras.
Iglesia: La fe tiene un concepto eclesial. La revelación es transmitida por la Iglesia y se cree en la Iglesia.
Dios se revela a un pueblo, a la Iglesia, y se acepta individual y conjuntamente.

sábado, 21 de julio de 2012

BIENAVENTURANZAS


El mundo actual, con sus valores, no se detiene a analizar las bienaventuranzas, y en caso de hacerlo, dice que es un programa para fracasados.
El mundo tiene otra mirada, mide las cosas con otro rasero.
Jesús dirige la mirada a los que están con él y les habla en el sermón del monte.
Los que van con Jesús son gente pobre, sin importancia, sin peso ni poder en la sociedad. Son los pobres, los que lloran… y a ellos los podemos mirar con los ojos del mundo o con los de Jesús.
El mundo sigue al poder, al prestigio social, al dinero… estos criterios que establece el mundo Jesús los cambia, y presenta una nueva escala de valores.
Con las bienaventuranzas Jesús realiza una inversión de los valores, que para nosotros sólo será posible seguirlos si nuestro valor máximo es Cristo. 
Estos nuevos criterios de Jesús aparecen en las bienaventuranzas, que no se imponen, se proponen.
Con Jesús entra la alegría en el mundo, pero de otra manera.
Jesús enseña a vivir según las bienaventuranzas, es como quiere que vivamos, y vendrá a juzgar a todos los hombres según lo que enseñó en el sermón del monte.
En el juicio final Dios nos juzgará de la misericordia que hayamos practicado con los demás y que Jesús nos enseñó en el sermón del monte.
Las bienaventuranzas son una ética de máximos, propuestas de felicidad. Es la llamada de Jesús al seguimiento para poder alcanzar la felicidad máxima. Es la propuesta de felicidad que Dios nos da a través de Jesucristo. Nos lleva a una moral que se funda en el amor, en la caridad.


viernes, 20 de julio de 2012

CARIDAD


Caridad es más que amor, pues el amor es natural y la caridad sobrenatural, amor divino.
La fuente de la caridad es sobrenatural, porque es participar del mismo amor de Dios.
Por el bautismo participamos de la gracia de Cristo, recibimos la vida del Espíritu Santo que nos da la caridad, que es amar con amor divino, ya que hemos sido elevados a participar de la vida de la Trinidad.
La vida de la Trinidad que se nos da por el bautismo, hace que nuestro pensar y querer se transformen en el pensar y querer de Dios, y así nos transformamos en personas que aman.
La caridad nos la da Dios, es Dios quien nos da el mandamiento nuevo, nos da su amor.
Por ello, poseemos el amor de Dios y amamos como Dios ama, con su intensidad y con sus características. Nos permite amar en medida superior a nuestras posibilidades humanas, no con la perfección que Él lo hace, pero sí con el estilo que Él tiene.
El que lleva la gracia de Dios dará frutos abundantes, pues es Dios quien actúa, ya que amamos como Dios ama.
La caridad se ejercita en medio de la sociedad para ordenar las realidades terrenas según el proyecto de Dios, busca una sociedad en la que todos nos amemos.
Cuando hablamos de caridad no decimos dar al otro lo suyo, sino que nos hacemos prójimo, me hago el otro, me doy al otro.
La única virtud que traspasa el umbral de la muerte es la caridad (la fe y la esperanza se quedan aquí).
El amor de Dios es la meta, el por qué de todas nuestras acciones. Por ello debemos hacerlo todo con caridad, porque si no, no vale de nada. Dios nos examinará del amor.
El verdadero amor está en la conformidad de nuestra voluntad con la voluntad de Dios, en querer lo que Dios quiere, unirnos a la voluntad de Dios.
Amor a Dios y al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. La caridad es una.
Dios ha amado primero y este amor se lanza y nos lleva a amar a Dios y al prójimo en Dios. No podemos amar a Dios a quien no vemos si no amamos al hermano al que vemos.
El amor que Dios nos ha dado nos une y nos hace semejantes a Él. Nos diviniza y así, queremos lo que Él quiere y amamos en su mismo amor.

jueves, 19 de julio de 2012

DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS




Sabemos que la salvación nos la da la muerte y resurrección de Jesucristo. Entonces, los que murieron antes ¿cómo se salvan?
El Credo nos dice que Jesucristo fue crucificado, muerto y sepultado, resucitó al tercer día. Y que descendió a los infiernos.
Cuando Jesús deja el mundo del amor del Padre y baja a la tierra, sabe que viene a la historia humana que está marcada por el pecado (baja del cielo al infierno de las relaciones humanas: la tierra).
Este mundo está lleno de infiernos: exclusión social, enfermedades... y la gracia de Dios (cargada de vida) se acerca a los infiernos de las rencillas, egoísmos… y va poniendo vida.
Jesús muere el viernes y resucita el domingo. El sábado sucede un gran silencio en la tierra, Dios ha muerto en la carne, y va a buscar a nuestro primer padre.
Jesús visita a los que viven en tinieblas para liberarlos, baja con su alma una vez muerto su cuerpo a ese segundo infierno, encuentra a Adan y le dice: despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos. Te anuncio a ti y a todos, salid, levantaos, pues no te creé para que estés cautivo en el abismo.
Levántate imagen mía y salgamos de aquí.
Jesús coge a Adán, y Adán se agarra con todos, y todos salen del infierno de la muerte.
Este infierno no es el lugar del demonio, es el lugar donde están las almas de los difuntos justos del Antiguo Testamento que están esperando al Señor resucitado.
Al tercer día, cuando Jesús resucita, sale de la muerte, pero no sale solo, los saca a todos del infierno y los lleva a ver a Dios en él.
Las almas alcanzan la salvación en Jesús resucitado, y la salvación del Antiguo Testamento es la misma que la nuestra de ahora, sólo que tuvieron que esperar a la muerte y resurrección de Jesús.
Además de ese infierno, hay otro a donde van las personas que rechazan la misericordia de Dios. A este otro infierno no bajó Jesús.
Jesús desciende a los infiernos cuando muere el viernes santo, está con los muertos y se los lleva con él a la divinidad. Crea el cielo, el cielo fue creado en la mañana del domingo de resurrección.
Hasta que Jesús no resucita no hay cielo.


miércoles, 18 de julio de 2012

TRAJE DE BODA


Mt 22,2-14: “El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar a otros criados encargándoles que dijeran a los convidados: Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda. Pero ellos no hicieron caso, uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos”.

El rey envía a sus criados a invitar a la boda de su hijo y nadie quiso ir. Los envía por segunda vez y nadie va. El rey enfadado mandó su ejército que mató a los desaprensivos y destrozó la ciudad (símbolo de la destrucción de Jerusalén que Mateo incluye en esta parábola).
Entonces el rey dijo a los criados que invitaran a todos, buenos y malos, y se llenó la sala.
El rey se pasea por el banquete y ve a uno sin el traje de fiesta, y lo echa al fuego eterno, al crujir y rechinar de dientes.
Un trozo de este texto no nos suele gustar, es el del juicio, no gusta que se hable de ello y que se eche a las tinieblas al que no estaba vestido con traje de fiesta.
El sentido de hablar del juicio no es para hablar del castigo, sino que se trata de dar un toque en el corazón de cada uno, para que pensemos sobre nuestra vida y veamos, que ahora que estamos vivos, nos estamos jugando la vida eterna.
Necesitamos optar por el bien o por el mal, no podemos permanecer apáticos.
Nos provoca Jesús para que optemos por el bien, porque si no, acabaremos mal.
Otra parte de ese texto que llama la atención es el de la elección, muchos son los llamados y pocos los elegidos: la gente va al banquete, muchos son los llamados. Muchos es todos, Dios llama a todos, a todos los invita a formar parte del banquete del reino.
A la Iglesia todos somos llamados, y el que vive de acuerdo con las enseñanzas de Jesús, adapta su vida a Jesús, esos son los elegidos.
El llamado es invitado a vivir como Jesús, y el elegido es el que se ha identificado con Jesús.
Los que no se han identificado con Jesús son los que no llevan el traje de boda.
En tiempos de Mateo los judíos cristianos se consideraban los elegidos por Dios, los demás no, y los miraban con desprecio, se consideraban superiores.
Mateo les hace ver que eso no es así.
El vestido de boda para Mateo son las buenas obras, que las harán quienes se identifiquen con Jesús.
Esto es la esencia de las bienaventuranzas. En el juicio final Dios nos juzgará de la misericordia que hayamos practicado con los demás y que Jesús nos enseñó en el sermón del monte.
Ahora en la Iglesia todos somos llamados, no hay elegidos. El elegido se verá en el juicio final, cuando Dios lo elija o no.
Por eso no hay que juzgar a nadie.
La elección será al final, pero si somos misericordiosos vamos por el buen camino de ser elegidos.

lunes, 16 de julio de 2012

VIDA ETERNA


Jn 17,3: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo”.
La expresión “vida eterna” no significa la vida que viene después de la muerte, en contraposición a la vida actual (que es pasajera).
“Vida eterna” significa la vida misma, la vida verdadera. Que puede ser vivida también en este tiempo y que después ya no puede ser rebatida por la muerte física.
Esto es lo que interesa, abrazar ya desde ahora “la vida”, la vida verdadera, que ya nada ni nadie pueda destruir.
Jn 5,24: “Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida”.
En la primera parte de este texto Jesús habla en presente y en la segunda habla en pasado: ha experimentado ya la resurrección.
Si reconocemos a Dios y a su enviado Jesucristo, ya estamos “viviendo la Vida”, ya poseemos la vida eterna.
La finalidad de Juan en su evangelio es que todos los signos que hace Jesús son para que creamos que Jesús es el Mesías, y para que creyendo tengamos vida en su nombre.
El Padre tiene un proyecto de amor sobre la humanidad, que se hace evidente a través de los hechos y de las palabras de Jesús, y su finalidad es dar vida eterna a los que creen en Él.
Creyendo se tiene vida eterna.
Esto nos sitúa en la tesitura de creer y tener vida eterna, o no creer y no tenerla.
La vida eterna es desde el momento en que se acepta a Jesús. Por el creer ya tenemos vida eterna, ya subsistimos.
Jn 11,25: “El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”.
Jn 14,19: viviréis, porque yo sigo viviendo.
Lo característico del discípulo de Jesús es que “vive”.
El discípulo, mucho más allá del simple existir, ha encontrado y abrazado la verdadera vida que todos andan buscando. La vida misma, la vida plena y, por tanto, indestructible.
El hombre encuentra la vida eterna a través del conocimiento, pero no es un conocimiento cualquiera, sino el hecho de “que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo”.
Este es un conocimiento que se nos ha dado por la fe.
En el encuentro del hombre con Jesucristo se produce ese conocimiento de Dios que se hace comunión y, con ello, llega a ser “vida”.
El hombre ha encontrado la vida cuando se sustenta en Jesús, que es la vida misma, entonces en el hombre la vida verdadera perdura.
Lo que da esa vida que ninguna muerte puede quitar, es la relación con Dios en Jesucristo.
Esta Vida la da Dios a todos los que han aceptado al Hijo de Dios, aunque unos lo aceptaron y otros no.
Jn 3,14-16: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.”
Vivir en el cielo es estar con Cristo. La vida es estar con Cristo. Donde está Cristo, allí está la vida, allí está el Reino.