lunes, 30 de mayo de 2016

SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

Bautismo y confirmación son los medios queridos por Jesús para incorporarnos a su vida. Estos sacramentos producen la vida en Cristo.
No se debe dividir este proceso de iniciación cristiana. El bautismo es el comienzo del don del E. S. y la confirmación perfecciona ese don, se lleva a plenitud lo que se inició en el bautismo.
Estos sacramentos nos introducen en el misterio pascual de Cristo, de forma que por el bautismo recibimos la vida nueva en Cristo, y por la confirmación recibimos el don del E. S. que lleva a plenitud lo recibido en el bautismo.
En la confirmación el cristiano se inviste públicamente para la misión, se vincula más estrechamente con la Iglesia. Se enriquece con la fuerza del E. S. y queda obligado a defender la fe como testigo.
Al recibir el E. S. en la confirmación, no se confirma la fe, no es conquista personal, sino que se recibe un don, un regalo del E. S.
No se trata de aprender catequesis, sentirse maduro y recibir como premio el E. S. sino que al querer vivir la vida de Cristo, se nos da el E. S. como regalo. El confirmado es simplemente una persona que se ha abierto a la gracia y quiere acoger el don.
Con la confirmación se perfecciona lo recibido en el bautismo, es el don del E. S. en plenitud, de forma que los carismas de la caridad, la predicación, la enseñanza, el gobierno… no son fruto de conquistas personales, sino obra del E. S. que se vivirán en plenitud en el más allá, pero que ahora el E. S. nos los regala y anticipa aquí.
La confirmación nos lanza a vivir en el compromiso cristiano de pertenecer a la Iglesia y trabajar por el Reino.
La Iglesia sin el E. S. sería una ONG, la caridad sin el Espíritu sería filantropía, la enseñanza sin el Espíritu, palabrería…
El derecho, el deber y la facultad que tienen los laicos de anunciar la Palabra de Dios nace de su bautismo y confirmación. Los sacramentos de iniciación nos dan la fuerza para anunciar el mensaje cristiano.
Para reflexionar:
¿Qué importancia damos al sacramento de la confirmación? ¿Notamos los confirmados la presencia del E. S. en nuestra vida cotidiana?

domingo, 15 de mayo de 2016

LA LLAMADA

Jesús llama a Mateo y come con él, es un precioso texto (Mt 9, 9-13) en el que todos nos vemos reflejados, pues Jesús llama a un pecador, nos llama a nosotros pecadores a seguirle; y lo hace porque sabe que tenemos necesidad de acudir a él, al único que nos puede proporcionar una vida más sana, digna y dichosa.
Los fariseos, como todos los que se consideran justos, no entienden que Jesús pueda estar al lado de los pecadores, a estos, más que llamarlos hay que excluirlos. “Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: ¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?” (Mt 9,11).
La respuesta de Jesús indica por qué come con ellos: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos” (Mt 9,12); y cuál es su misión: “no he venido a llamar a justos sino a pecadores” (M 9,13).
Jesús quiere que entendamos bien la frase bíblica que cita: “Quiero misericordia y no sacrificio; conocimiento de Dios, más que holocaustos” (Os 6, 6).
Con Jesús todo cambia, y así, los que se consideran justos quedan excluidos de la llamada, y los pecadores que se sienten excluidos son llamados y acogidos.
La llamada que nos hace Jesús supone comenzar una nueva vida, nos debe llevar a una conversión que, superando nuestra vida pasada de pecado nos lleve a una nueva vida junto a Jesús.
Con su acogida amistosa, Jesús no justifica el pecado, sino que rompe el círculo de la discriminación y facilita el encuentro con Dios.
Jesús quiere que nosotros hagamos lo mismo, que como discípulos suyos nos sentemos con todos, nos acojamos, no excluyamos a nadie, y que prioricemos nuestra actitud de ser misericordiosos frente a un culto vacío que no cura ni saca de la exclusión a los pecadores y marginados.
Ejemplo de discipulado lo tenemos en la Virgen María, por eso nos dice San Agustín en uno de sus sermones (72,7): “Santa María cumplió ciertamente la voluntad del Padre; y por ello significa más para María haber sido discípula de Cristo que haber sido madre de Cristo”.
Para reflexionar:
¿Celebramos banquetes con pecadores y marginados? ¿Hemos sentido la invitación de Jesús a estar con él pese a nuestra vida pecadora? ¿Hemos cambiado de vida?