lunes, 21 de enero de 2013

EL DIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO I



En la Biblia no existe un tratado sobre Dios, no busca definirlo. El Antiguo Testamento considera los acontecimientos históricos del pueblo de Israel como relaciones del hombre con Dios, ya que Dios interviene en la historia y se hace protagonista de ella, para liberar y salvar a los hombres.
El Antiguo Testamento nos muestra como el hombre va  conociendo a Dios y sabiendo qué es lo que quiere, ya que es en la historia donde el pueblo se encuentra con Dios, donde el hombre es capaz de descubrir a Dios.
Son escritos surgidos a lo largo de la historia del pueblo de Israel, que manifiestan la estrecha relación que existe entre los acontecimientos y la interpretación teológica que el pueblo hace de ellos.
En el Antiguo testamento Yahvé aparece como el Dios que se ha revelado a Israel y del que éste ha tenido experiencia en el éxodo, en el Sinaí y en tantas otras circunstancias de su historia.
Es Dios quien habla de sí mismo, y habla el Dios fuerte, omnipotente y poderoso, cuya visión y proximidad produce en el hombre una actitud de reverencia y un temor indefinible, cuya Palabra es eterna e irrevocable. Pero habla también el Dios amable, cuya palabra resuena en los oídos o se percibe interiormente.
A Dios no se le conoce por medio de una profunda reflexión, sino a través de un conjunto de intervenciones en la historia, no por medio de una investigación, sino porque Él mismo ha querido revelarse.
La trascendencia de Dios le convierte en “absolutamente otro”, con quien nada se puede asemejar.
Es un Dios vivo, activo, eficaz, siempre presente, poderoso, que se relaciona con su pueblo por medio de alianzas.
Dios no es un ser lejano que se limita a gobernar el orden del mundo y se desentiende de la suerte de los hombres, sino un Dios que ama a los hombres, que se comunica a ellos, que se compadece de sus males, que reclama una respuesta.
Este Dios del Antiguo Testamento es cercano y transcendente, está por encima del tiempo y del espacio. 
Dios va “jugando” con la libertad del hombre, sigue con su plan de salvación a pesar de los reyes que tiene Israel, de las invasiones… Dios se mete en la historia para conseguir su objetivo. Por ello ningún acontecimiento es negativo (incluso el exilio que fue visto como la destrucción de Israel, sirvió para purificar la fe del pueblo).
Yahvé actúa constantemente en la historia de su pueblo de acuerdo con un plan, y aunque tiene que juzgar y castigar, al final triunfa la salvación.

domingo, 20 de enero de 2013

EL DIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO II

Cuando se escribe el Génesis se está en el exilio, la fe del pueblo de Israel que se había venido abajo se ha recuperado, y ahora es todo a lo grande, ven a Dios con un gran poder, capaz de crear al mundo.
Es además un Dios cercano y familiar, se le nombra como el Dios de nuestros padres, a quienes se les apareció por primera vez y que fundaron su culto. Está ligado a un grupo, al que protege, acompaña, promete una tierra y descendencia.
Aparece la fe como un encuentro personal con Dios, como una experiencia personal.
Es un Dios que sale al encuentro de sus criaturas para establecer una alianza. La historia de la salvación es una historia de alianzas de Dios con la humanidad. Es un Dios fiel que cumple las promesas.
Dios revela su nombre a Moisés: "Yo soy el que soy",  se  manifiesta como el que es, el que existe, el que actúa, en favor de Israel, como el que lo libera y lo salva.
La salida del pueblo judío de Egipto se convierte en una auténtica liberación, en una verdadera salvación. Esta salida es el primer paso de un proyecto más ambicioso.
Yahvé es presentado como un guerrero que combate por su pueblo. La victoria de Yahvé es una victoria de la libertad y de la vida, sobre la esclavitud y la muerte.
Entre el punto de partida y el de llegada (la tierra prometida), se interpone un largo camino, con el Sinaí que es donde Yahvé se manifiesta y constituye a Israel como su pueblo, le revela su ley y concierta una alianza, les transmite el decálogo y el código de la alianza, que es el compromiso del pueblo con su Dios.
Yahvé no admite ningún dios rival. Es un Dios celoso que pide cuenta de las transgresiones a los que le odian, pero muestra misericordia con los que le aman y observan sus mandamientos.
La salida de Egipto se cierra con la entrada en la tierra prometida, que no es para vivir relajadamente, es para trabajarla, y Dios les regala la tierra y lo necesario para que fructifique. Al ser herencia recibida de Dios se debe conservar, cuidar y proteger.
Dios es el Dios de Israel, el que los sacó de Egipto para hacer alianza en el Sinaí. Israel se constituye como pueblo de Dios en el Sinaí.
La idea de Yahvé como Dios de Israel y de éste como pueblo de Dios constituye la fórmula central de la alianza.
La relación entre ambos tiene como base el amor de Dios, que por pura iniciativa suya eligió a Israel como pueblo de su propiedad personal. Por eso Dios interviene ante su pueblo con exhortaciones, amonestaciones y castigos, que han ido en aumento hasta desembocar en la destrucción de Jerusalén.
Pero la palabra de Dios se cumple siempre; la promesa de la casa de David está vigente. El futuro del pueblo se halla en las manos del Señor. La entrada de Israel en la tierra fue don suyo y la vuelta a la misma habría de interpretarse como pura gracia de Dios. 
La caída de Jerusalén y el destierro son consecuencia de las continúas infidelidades de Israel a la ley del Señor. 
La relación constante entre Dios y su pueblo se manifiesta en la retribución. Dios aparece como justo juez, que premia y castiga. Israel ha de mantenerse fiel al Señor y ser reverente en el culto que le tributa.
El Dios de los profetas es el Dios que habla por su boca. De ahí, la fórmula de mensajero, con que se abre a menudo el mensaje profético: "así dice Yahvé".
La palabra de Dios son los oráculos de condena y de salvación, es la denuncia profética y la invitación a la conversión.
Los profetas se esfuerzan por mostrar que Yahvé es el verdadero Dios de Israel, denuncian la injusticia social, presentan a Yahvé como el marido y a Israel la esposa infiel a la que perdona y promete volver a desposarla para siempre, describen a Yahvé como un padre que rodea de ternura y cariño a su hijo Israel, aparece como santo, como rey y señor de los ejércitos cuya gloria llena toda la tierra.
Yahvé castiga y condena el pecado de Israel, pero antes invita a la conversión y ofrece su perdón.
Aparecen oráculos de condena en los que Dios aparece como juez soberano, que interviene en los acontecimientos del mundo, y oráculos de salvación, entre los que destaca el anuncio de la nueva alianza de Dios con su pueblo.
Se habla de Dios como creador y salvador. Su poder creador se pone al servicio de su plan salvador, su amor no se limita a Israel, sino que se extiende a todos los seres.
El Dios de los profetas es polifacético. Cada profeta destaca rasgos particulares de Dios. Es el Dios por el que ellos se han dejado seducir, el Dios que ha transformado su vida y que han transmitido en su mensaje.
Los profetas, más que hablar del ser mismo de Dios, hablan de la actuación de Dios en la historia. Así van saliendo una serie de atributos divinos (celoso, santo, misericordioso, eterno…), títulos y funciones de Dios (creador, esposo, juez, padre, salvador…), así como también imágenes verbales (león, cazador, médico, pastor…).
Los salmistas tienen conciencia de su pertenencia al pueblo de Dios, se sienten hijos de Dios, de ahí, que acudan a Él llenos de confianza, bien sea para alabarlo o para pedirle algo.
La intervención de Dios es siempre liberadora y devuelve la alegría y la seguridad al orante, que a menudo expresa su comunión con Dios.
 

EL DIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO III



Afirmaciones que se hacen sobre Dios en el Antiguo Testamento: En primer lugar Dios aparece como uno y único: “escucha Israel, Yahvé es nuestro Dios, es único, amarás  a Dios con todo tu corazón, todas tus fuerzas…”
Israel no tolera adoración a otros dioses. Está en una lucha constante contra el politeísmo.
Elías lucha por distanciar a Yahvé de los Baales, diciendo que Dios es el totalmente otro y exclusivamente uno, y lo antepone a los otros dioses. Isaías anuncia un monoteísmo que ya se ha hecho consciente: sólo Yahvé es Dios, no hay Dios justo ni salvador fuera de mí, dice el Señor.
En segundo lugar aparece la Santidad de Dios: Dios trasciende todas las cosas, es infinito y absoluto. Esta realidad distinta, grande, otra, diferente… se expresa con la palabra santo.
Eso lleva al pueblo de Israel a tener conciencia de la supremacía de Dios con respecto al mundo.
El señorío de Dios sobre el mundo trasciende el tiempo y el espacio. Dios es eterno. Frente al mundo, Dios es el inalcanzable y el totalmente otro.
La propiedad esencial de Dios es ser santo. Pero su santidad no es sólo estar en una realidad totalmente otra, no es sólo porque no sea pecador ni criatura, sino por su amor, por la inconcebible fuerza del amor con que se entrega.
En tercer lugar aparece en el Antiguo Testamento el nombre de Dios. El nombre para los hebreos es parte integrante de la persona; responde a la esencia del objeto nombrado y la revela.
Dios ofrece su nombre, como una muestra de cercanía. El nombre ocupa el lugar que en otros cultos tiene la imagen.
El primer nombre que aparece es El o Eloín, que significa poder, gloria, majestad, fortaleza… Israel recoge este nombre de los pueblos y religiones vecinos pero le da un giro personal, habla del Dios de nuestros padres, del Dios de Abrahán… es un Dios que se relaciona o vincula con personas.
Otra expresión de Dios es Adonai, es el Señor que ha creado el pueblo, lo posee y lo conduce.
El nombre principal que se le da a Dios en el Antiguo Testamento es Yahvé. Es la manera más habitual de llamar a Dios. Yahvé lo han traducido como “yo soy el que soy”. Dios les dice eso para no decirles quien es, para que no intenten atraparlo, pues Dios es más grande que todo.
En cuarto lugar, el Dios que aparece en el Antiguo Testamento es el Dios de la Alianza, ya que la historia de la salvación es una historia de las alianzas de Dios con la humanidad.
La Alianza es una promesa solemne de Dios que se compromete a ser nuestro Dios, y nosotros su pueblo, para ser acompañados en toda la historia.
Dios le pide a su pueblo un acompañamiento y ordenamiento de la vida, esto aparece en el decálogo. Las tablas de la ley son las tablas de la alianza.
El Señor de la Alianza exige incondicionalidad, no quiere que lo compartan. Pero al mismo tiempo es un Dios misericordioso y fiel con su pueblo. Cuando el pueblo de Israel es infiel, Dios sigue manteniendo su fidelidad y perdón.
Dios se relaciona con los hombres personalmente, a través de la Alianza.
El Dios único y santo que nos trasciende, que hace alianza con nosotros y nos da su nombre, se nos acerca y nos santifica.
En el Antiguo Testamento aparece mucho el Espíritu de Dios. El Espíritu como aquella fuerza activa y móvil de Dios que actúa, salva, guía…
Nos habla de la acción de Dios que actúa en los profetas, en los jueces y en los reyes, que son poseídos por el Espíritu y alcanzan victorias o proclaman la Palabra de Dios o gobiernan.
Cuando el pueblo vuelve del destierro, el Espíritu es para todo el pueblo. Es la renovación de la Alianza: os daré un corazón de carne y escribiré mi ley en vuestros corazones, el Espíritu se ofrece a todos.
Por último, en el Antiguo Testamento, en contadas ocasiones se aplica a Dios el nombre de padre, se le compara con la ternura de un padre, o con la forma de corregir de un padre.
Con esta negativa a usar la palabra padre nos quiere decir que Dios está en otro nivel de realidad, que trasciende de estas relaciones, que está más allá de los sexos.